Psicología y coaching

¿De vacaciones solo?

Aunque cada vez son más los que eligen viajar sin compañía, para muchos todavía es un tema tabú y pesan los prejuicios del qué dirán

uando se acerca el verano comienzan a aparecer publicidades con ofertas para viajar y todas las fotos muestran parejas, familias, grupos de amigas; ninguna a alguien solo, contemplando el mar o haciendo trekking. La imagen de los que viajan solos no vende, pero sin embargo cada vez más gente decide hacerlo.

Lo cierto es que, aun así, ante esta elección, la reacción de los otros es casi siempre la misma: ¿solo? Este interrogante sonoro que deja entrever cierta desaprobación. Y para algunos tiene tanto peso que prefieren no programar viajes por no tener con quién compartirlos.

En el caso de las mujeres es aún peor, porque todavía en los ambientes más conservadores está culturalmente mal visto. Existe el imaginario colectivo de que al estar solos se tomarán licencias que en compañía no se atreverían.

Otro de los prejuicios comunes es el de tomar a la mujer por «la solterona que no tiene con quién irse». Lo más nocivo de esta suposición para la afectada es que está implícita la idea de no ser elegida por nadie. Este sentimiento excede la relación de pareja y se hace extensiva a todas las personas.

Sin embargo, para la psicología, el destino de las vacaciones y con quién compartirlas no es un dato menor. Marcelo Cubellun, médico y psiquiatra, analiza el tema desde la lógica del lenguaje. «Vacacionar es salir de la habitualidad. Es adentrarse en lo vano (lo vacío, lo vacante) o en lo vasto (lo profundo, lo propio). Esa es la decisión personal que, generalmente, por uso o costumbre el ser humano tiende a desestimar en esta época y privilegia la geografía a la conexión consigo mismo.

«No nos animamos a bucear en lo que habitualmente es nuestro fondo y saber qué buscamos, qué pretendemos, qué nos animamos a encontrar. Éstas debrían ser las preguntas previas a la organización de cualquier viaje», analiza el especialista.

Distensión en soledad

Y Federico Ruiz confirma lo que Cubellun explica. Desde hace muchos años necesita viajar solo. A diferencia de muchas personas que eligen destinos lejanos y exóticos, él busca lugares de mar y ciudades con perfil bajo, como Reta o Miramar.

«Necesito aislarme, alejarme del ruido para poder conectarme conmigo mismo. Me llevo un libro, un mate y buena música. El estrés y la autoexigencia en mi trabajo hacen que tenga esta necesidad y me gusta poder meditar en soledad. Evito los tours y compartir experiencias con gente que no conozco. Disfruto la libertad de horarios y elegir adónde quiero ir, poder cambiar de planes y manejar mis tiempos», explica este profesor de 32 años.

Cecilia Irazusta reconoce que «cuando te vas solo tenés la más pura libertad. Nadie te conoce, nadie te juzga, nadie te espera y nadie te apura». De todas maneras, ella sabe también valorar una buena compañía: «Nadie quiere ver la Torre Eiffel por primera vez en su vida y estar solo, después de una caminata de tres horas por las calles de París», reflexiona.

Elección, a medias

A veces, viajar solo no es una elección. Este fue el caso de Rosana Bonisolo, de 49 años, que al divorciarse siendo muy joven y sin hijos, no encontró compañía. Sus amigas estaban casadas y, algunas, tenían hijos pequeños.

Comenzó haciendo turismo aventura por el país y luego se lanzó a viajar por el mundo. Hoy prefiere viajes más tranquilos y sus amigas ya están disponibles para acompañarla, en muchas ocasiones.

Hay coincidencia en que viajar es negociar, ceder, aceptar. Muchas veces es difícil coincidir en el tiempo interior de cada uno para poder apreciar un mismo lugar, en el mismo momento. Algunos desean quedarse más tiempo, tienen una forma más contemplativa de disfrutar, mientras que otros son más hiperactivos y quieren conocer al máximo en un solo día. A esa negociación hay que estar bien predispuesto.

Para algunos esto es bien difícil. Irupé Iraizoz, de 31 años, desde hace 4 decidió aprovechar sus vacaciones para conocer el mundo en soledad. «El viajar con alguien siempre es una negociación. Desde decidir el destino y dónde parar hasta qué hacer. Cuando estás sola tenés absoluta libertad, nadie guía tus pasos», explica.

Ella quiere recorrer América latina y ya visitó Uruguay, Chile, Brasil y Colombia. «Mi objetivo es conocer gente, culturas, historias de vida. Me gusta sacar fotos que te transporten a momentos y lugares, nunca regresás igual de un viaje», describe.

Pero también hay quienes desestiman de plano viajes en soledad. No les gusta estar en silencio durante horas y no tener con quién compartir una vivencia. Prefieren el ruido, la compañía, el calor de un afecto conocido.

A solas, jamás

«No viajo solo ni loco. Me muero si no tengo a mi familia y a mis amigos cerca. Me gusta charlar, discutir de fútbol, ver a los chicos jugando alrededor, compartir un asado a la noche… No me imagino caminando solo por ciudades del mundo, prefiero el ruido de mis seres queridos, ir al mismo lugar de siempre», dice Mauricio Riganti, un comerciante de 35 años.

Viajeros solitarios o no coinciden en algo: todos emprenden una búsqueda, una experiencia que no los devolverá igual al regresar. Cada uno debe elegir cómo vacacionar en función de su personalidad.

«Viajar solo o acampañado no debe ser un desafío, sino una elección para cumplir las expectativas de cada uno. Buscar de a dos o en familia puede ser tan maravilloso como buscar en soledad», concluye Cubellun.

Delfina Frías

65 años

«Empecé a viajar sola casada, porque a mi marido no le gustaba viajar y yo amo hacerlo. Cuando me separé se convirtió en una costumbre mucho más habitual. Mis hijos eran grandes, podía ir adonde quería, quedarme el tiempo que quería. Viajar tiene que ver con amar la libertad de hacer lo que querés, a la hora que querés. Si bien disfruto de la compañía y del compartir momentos, necesito viajar sola para disfrutar de los lugares a mi gusto y placer.»

Federico Höhner

49 años

«Decididamente, no me gusta viajar solo. Lo tuve que hacer un par de veces, por motivos laborales, y extraño hablar con alguien a la noche, al irme a dormir, compartir lo que viví e intercambiar opiniones sobre lo que conocí. Me gusta estar acompañado, sacarle fotos a alguien y que me las saquen a mí… Me siento muy solo si salgo de los lugares que conozco y no tengo alguien conocido con quien intercambiar mis sensaciones, mi experiencia y mis pensamientos. Es así.»

Nadia Lussich

24 años

«Cuando me fui a un intercambio con el colegio, fue la primera vez que viajé sola y no me gustó. Extrañé mucho a mis amigas, a mi familia, me faltaba poder chusmear con alguien y me sentí triste. Hace un año me gané un viaje y probé de nuevo la experiencia, pensé que lo que había sentido en ese momento había sido porque era chica, pero volví a experimentar lo mismo: me da tristeza. Prefiero viajar acompañada y negociar todo el tiempo a estar sola y hacer lo que quiera.»

Fernando Giménez Losa

34 años

«Cuando me separé, decidí viajar solo. Necesitaba estar lejos de la familia y el ruido, y elegí un hotel childfree, en Villa Gesell, para pasar un tiempo. Fue como estar en mi departamento, pero frente al mar y con la ventaja de tener el desayuno y la cama hecha. No necesitaba a nadie que me dijera dónde ir, a qué hora ni qué llevar. Definitivamente descubrí que podía estar muy bien solo.»

Fuente: Teresa Buscaglia para www.lanacion.com.ar