Pareja

¿Somos infieles por naturaleza?

Hasta hace 200 años, las parejas generalmente se casaban por una cuestión de parentesco o para transmitir sus tierras o propiedades. Esta monogamia era necesaria para asegurar que ningún individuo hiciera trampas y se saliera de la línea familiar impuesta, y para que las propiedades permanecieran dentro del linaje masculino.

No obstante, las relaciones extramatrimoniales y las infidelidades han formado parte de la historia del ser humano siempre, al margen de la cultura y la sociedad del momento. Y hoy en día parece que las tasas de infidelidad entre parejas se han disparado y nos preguntamos: ¿Esto ocurre por una cuestión cultural o somos infieles por naturaleza?

Las tasas de infidelidad en nuestra cultura

Hoy, las relaciones de pareja se establecen no solo para compartir propiedades, sino también por amor y deseo.

La esperanza para las parejas casadas es que ese amor perdure hasta la muerte, aunque la realidad es que para más de la mitad de ellas éste se marchita mucho antes de la muerte o incluso de la vejez. Algunos se vuelven a casar y eligen la monogamia en serie, creando un compromiso con otro cónyuge, aunque las estadísticas nos dicen que los segundos matrimonios duran solo un tercio del tiempo, y los terceros son aún menos exitosos.

Las tasas de infidelidad en nuestra cultura no han cambiado mucho. Aunque los estudios varían en sus resultados, demuestran que casi el 60 % de los hombres y más del 45% de las mujeres engañarán en algún momento a su pareja. De hecho, los asuntos relacionados con las infidelidades y el engaño en el matrimonio afectan a casi una de cada tres parejas.

¿Por qué somos infieles?

Con todo, los estudios varían sobre por qué se producen las infidelidades. Algunos datos apuntan a que es un efecto de la dopamina;este neurotransmisor se liberaría al engañar a nuestra pareja y al esconder que estamos teniendo otra relación. Otros estudios apuntan a que es una cuestión de oportunidad: esto es, cuando se nos presenta la ocasión no dudamos. Pero parece haber tantas razones para ser infieles como personas hay en este mundo.

La realidad es que no hay estudios que realmente prueben que los seres humanos, como mamíferos que somos, somos monógamos por naturaleza. Basta echar un vistazo a nuestra historia como primates para justificar nuestro comportamiento. ¿Tenemos la capacidad de aparearnos con personas fuera de nuestra relación principal porque en el fondo somos solo animales? Es probable. ¿Tenemos la capacidad de tomar decisiones de este tipo porque nuestros cerebros han evolucionado desde que vivíamos en cuevas? Es posible también.

¿Qué dicen las investigaciones?

En un estudio realizado en la Universidad de Oxford se observó que la tasa de infidelidad estaba relacionada con la longitud de los dedos índices respecto a la longitud de los dedos anulares de las personas encuestadas. Se encontró que un 62% de los hombres y un 50% de las mujeres que tenían un dedo anular mayor que el dedo índice eran más propensos a cometer infidelidad.

Esto parece deberse al hecho de que una longitud mayor de este dedo correlaciona con un mayor nivel de exposición a la hormona testosterona durante el desarrollo fetal. Sin embargo, hay que tener precaución a la hora de interpretar estos datos y no olvidar que correlación no es lo mismo que causalidad (tener un dedo más largo no implica que uno tenga que ser automáticamente un Don Juan).

También se han realizado estudios con topillos de la pradera, uno de los únicos mamíferos realmente monógamos. Se compararon sus hábitos de apareamiento con la de sus primos más promiscuos, los topillos campesinos; y los resultados sugieren que la única diferencia entre los dos animales es que los primeros tenían una tasa más alta de vasopresina y los topillos femeninos más promiscuos presentaban más inhibidores de los receptores de oxitocina, una sustancia que está considerada como la hormona del amor y que promueve la unión de parejas.

De hecho, la inhibición de oxitocina crea resistencias a este tipo de uniones, y es interesante tener en cuenta que cuando las mujeres están estresadas generan tasas más bajas de esta hormona.

Entonces, ¿somos infieles por naturaleza o no?

Vivimos en una cultura donde casi el 50% de las parejas se divorcian. Muchos de estos matrimonios, quizás hasta un tercio, terminan debido a una infidelidad. ¿Significa esto que, como sociedad, no estamos comprometidos con la monogamia?

Algunas personas suponen que la infidelidad es un síntoma de algún problema fundamental en un matrimonio o una relación comprometida, ignorando el dilema más importante de si la monogamia es incluso posible para la persona promedio. Parece además que tampoco somos muy buenos para elegir a nuestros amantes, y es que solo el 10% de este tipo de relaciones duran incluso un mes; y el resto dura, como máximo, un año o dos. Muy pocos asuntos extramaritales duran más de tres o cuatro años.

Quizás, como respuesta a la constante tasa de divorcios, hoy tenemos una nueva generación de matrimonios abiertos, y lo que se define como poliamor, donde las parejas eligen definir su propias formas estructurales de nueva monogamia. Algunas parejas están eligiendo lo que tradicionalmente se denomina una «relación abierta», donde la fidelidad sexual no es lo que mantiene la relación monógama, sino que es la conexión emocional la que define el concepto de monogamia.

En resumen, puede que a día de hoy no tengamos una respuesta clara a la pregunta de si somos infieles o no por naturaleza; sin embargo, se están generando nuevas preguntas que afectan a la cuestión de cómo entendemos actualmente el concepto de monogamia que pueden enriquecer nuestro punto de vista sobre qué significa para nosotros una relación de pareja y qué podemos hacer para ser más felices en nuestras relaciones en general.

Fuente: www.psicologiaymente.com

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