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¿Cómo acompañar a un familiar adicto?

Es un camino largo y difícil, donde cada uno juega un rol clave y en el que buscar culpables no solo no aliviana el recorrido, sino que lo vuelve mucho más arduo. Así describen los especialistas parte de lo que implica atravesar, para una familia que tiene un miembro con una adicción, el trayecto de la recuperación.

«No hay un solo modelo de familia y, por lo tanto, no hay una sola forma de acompañar a quien tiene una adicción», advierte como punto de partida Gabriela Torres, titular de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (Sedronar) y licenciada en trabajo social. En todos los casos, lo que nunca es recomendable es cargar las tintas en la persona adicta o señalarla como «la oveja negra».

Reconocer que hay un problema

  • Los referentes consultados enfatizan que, independientemente de que implique o no el uso de sustancias -como en el caso del juego-, la adicción aparece siempre como una válvula de escape, un «tapón» que busca dar contención a un conflicto que la persona no encuentra forma de resolver. No cualquiera desarrolla una adicción y, mucho menos, de la noche a la mañana.
  • Para que una conducta se vuelva adictiva, intervienen una variedad de factores que vuelven a las personas más vulnerables, entre ellos, la predisposición genética, patologías de base y su situación familiar. Lo característico de una adicción es que empieza a tomar toda la vida de la persona, afectando las relaciones familiares, laborales, la salud psíquica y física, entre otras cuestiones.
  • No entrar en pánico, ocuparse y buscar ayuda especializada es fundamental. Pablo Rossi, director de Fundación Manantiales, detalla que la serenidad permite evitar situaciones violentas, discusiones inútiles, actitudes condenatorias y acusaciones humillantes que perjudican aún más la relación, de por sí endeble.
  • Hay que desarmar la idea de que hay un culpable, ya que muchas veces esa persona es un síntoma de algo que pasa en la familia. Hablar del tema y no ocultar la situación, debería ser lo primero. Es un delicado equilibro entre darle espacio a alguien y que no se sienta solo.
  • Es clave que la familia se reconozca como parte del problema, no como «observador o testigo impotente». «Este reconocimiento posibilita que advenga otro modo de vincularse con el paciente para favorecer su recuperación», dice Débora Blanca, psicóloga, especialista en juego compulsivo y directora de Lazos en Juego.
  • ¿Qué pasa si la persona se niega a recibir ayuda? Lo que propone Blanca es que el familiar empiece por su cuenta a tener entrevistas con profesionales. «Si la familia se pone a trabajar en ciertas cuestiones, puede pasar que luego quien tiene la adicción también se decida a empezar», aconseja.

Señales a las que hay que estar atentos

Si bien Torres resume todos los síntomas en uno: cuando alguien empieza a perder el deseo por la vida, cuando no le interesa nada y deja de hacer cosas que antes disfrutaba, hay otras señales a las que estar atentos:

  • Ausencias y desgano: suelen darse respecto de actividades de las que antes disfrutaba la persona, como reuniones, salidas con amigos o eventos familiares. También es muy frecuente la ruptura de vínculos o que aparezcan nuevas «amistades».
  • Inestabilidad emocional: irritabilidad, ira, tristeza, desgano, desconcentración, insomnio y cambio de hábitos en el sueño, ansiedad, abulia. También se da un abandono del propio cuerpo y aspecto. Muchas veces dejan de ir al médico, al odontólogo, de hacer actividad física.
  • Problemas en el trabajo o el ámbito escolar: conflictos, bajas en el rendimiento. Puede darse un abandono de los estudios.
  • Relatos que se contradicen: los engaños comienzan a hacerse más visibles. Mentiras, ausencias injustificadas del hogar, cambio en su rutina, conductas extrañas, aislamiento.

Fuente: lanacion.com