Los fenómenos de la codicia y la adicción tienen mucho que ver en su impacto psicológico.
Pensamos, y esto es una cuestión que se plantea el ser humano desde siempre, que de forma natural, el ser humano es codicioso.
Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor y ver que, cuanto más se tiene, más se quiere: dinero, poder, prestigio… Es algo que se puede apreciar, simplemente, prestando un poco de atención a nuestro alrededor.
Esto es algo que merece la pena analizar, puesto que las consecuencias que se derivan de este comportamiento no son nada positivas para las personas que las sufren. Es más, cuando alguien siente ese vacío, que le falta algo en su vida, tiende a querer sentirse mejor acumulando objetos. Quieren tener más de todo: ropa, dinero… y, claro, ¿por qué no acudir a las drogas, si todo el mundo dice que te hacen olvidar tus problemas y sentirte mejor?
El inconveniente, por decirlo de una forma suave, es que cuando se acude a este tipo de paliativo, por lo general, es una solución temporal. Cuando se pasa el efecto de la compra o del consumo, volvemos a estar como antes, y queremos volver a sentirnos bien, por lo que de nuevo caemos en el objeto de adicción para evitar el vacío del que hablábamos antes.
La codicia, una gran aliada para la adicción
Por desgracia, vivimos en un mundo en el que, en la gran mayoría de las veces, las personas se miden por lo que tienen. No por su inteligencia, ni por su calidad humana, sino por lo material. Es al que tiene más dinero o más poder al que hay que seguir. Y es que esto es adictivo, querer más y más nos lleva a un punto en el que es difícil saciar nuestro deseo de tener más.
Esto, por otro lado, nos hace pensar en la realidad del efecto halo. Si no lo conoces, te diremos que es más frecuente de lo que puedas pensar, y que consiste en la atribución de ciertas características a dos personas a partir de una única que es la que nos llama la atención. Por ejemplo, si tiene un buen coche, es que es muy inteligente para haber ganado dinero para comprarlo.
Ahora bien, esto presenta un gran inconveniente. El hecho de que al realizar estos juicios de valor, al final, podemos acabar creyéndolos. Lo que queremos decir es que esas falsas creencias y esas concepciones erróneas acaban siendo parte de nosotros, y terminamos pensando que, para ser buenos, para tener algún valor, necesitamos tener mucho más de lo que tenemos.
Este pensamiento deriva en que solo pensamos en conseguir más de lo que tenemos, pero no solo para sentirnos mejor, sino para demostrar lo buenos que somos a los demás. Es el típico “tanto tienes, tanto vales”.
¿Tanto tienes, tanto vales?
Tendemos a querer más, somos ambiciosos y queremos “prosperar”; pero en realidad, el dicho de “no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita” es una gran verdad. Hay religiones como la budista que rechazan el deseo y la codicia, porque, según afirman sus practicantes, es muy complicado satisfacer ese ansia de poseer cosas, y, si hablamos de las necesidades que nosotros mismos nos creamos, es mucho peor, ya que al no poder satisfacerlas sufrimos innecesariamente.
En cierto modo, si tenemos más cosas podemos pasarlo peor, ya que nos aferraremos de forma más intensa a lo material, y en caso de perder algo, tendremos un mucho mayor malestar.
Todo esto nos hace plantearnos algo: si como seres humanos cubrimos las necesidades básicas e inherentes (a saber, comida y cariño), ¿qué ocurre en nosotros para que no estemos satisfechos y busquemos más?
¿Es posible que esto suceda por algo que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida? ¿Tal vez es porque siempre nos han dicho que no nos conformemos? ¿Que con lo básico no es bastante? Quizás…
¿Por qué no verlo desde otra óptica?
Ya lo sabes, pero aún así insistimos. Cuando buscas tener más siempre, en todo momento, eso puede hacer que crees en ti mismo un vacío interior difícil de llenar. Ese vacío, esa sensación de que estás incompleto y de que te falta algo puede hacerte buscar lo que no tienes en los lugares incorrectos, por ejemplo, las drogas.
Es importante que sepas valorar lo que tienes, que es mucho. Si tienes gente a tu alrededor que se preocupa por ti y que te apoya tienes muchísimo. Los amigos también son importantes, y debes saber valorarlos, así como esas pequeños momentos que parecen insignificantes, pero que en realidad no lo son.
Recuerda en todo momento que eres tan valioso y tan importante como la persona que tienes al lado, y que eres tú lo que te hace ser quien eres, no el coche que conduces ni la marca de la ropa que tienes. Eres tú.
Fuente: www.psicologiaymente.com
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