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¿Tus hijos se oponen a tu nueva pareja?: claves para la armonía

 ¿Deben los padres siempre acompañar y respetar los tiempos de los hijos?

¿Hasta dónde pueden nuestros hijos, estar en la mesa grande de las decisiones? Venimos de una generación donde los grandes hablaban cosas de grandes, los chicos cosas de chicos y esto era un territorio incuestionable. Sin repetir viejos modelos, estas generaciones de padres como suele pasar se han deslizado peligrosamente hasta el otro extremo.

«Me superó»

En esta tendencia de padres, madres, que quieren claro está, que sus hijos no sufran, se acelera la siguiente ecuación y digo, la felicidad no puede ser nunca un precio a pagar por el bienestar de los hijos.

Ellos pueden querer a papá y a mamá juntos hasta que la muerte los separe pero, lo digo siempre, cuando la pareja no es feliz, lo mejor que le puede pasar a los hijos es una separación saludable.

Y de ninguna manera si los tiempos son los lógicos, los de la sensatez, y no los de la ansiedad, los hijos podrían determinar el destino de los avatares amorosos de sus padres. No es saludable que tengan poder sobre esas cuestiones porque no está en sus incumbencias saludables como hijos.

Es imprescindible respetar los tiempos, pero pasado el tiempo de la prudencia, los hijos tendrán que aceptar que los padres además de ser padres, son hombres, son mujeres, y tienen derecho, deseos necesidades en relación a su vida afectiva, amorosa.

Habrá que limitar, habrá que buscar estrategias creativas, amorosas, para el ensamble. Muchas veces el progenitor que está del otro lado utiliza a los chicos como vehículo de transmisión y de comunicación.

Respetar los tiempos para el ensamble y buscar estrategias creativas, sin forzar. Foto Shutterstock.

Ensamble saludable: lo que sí hay que hacer

✔No dejarse llevar por los tiempos de la ansiedad.

✔De ninguna manera competir con los hijos por el amor de las parejas. El amor es quizás el único «bien» que se multiplica en la medida que las personas estén en el lugar y de la forma en las que tienen que estar. Quiero decir, los hijos de las parejas no son nunca rivales.

✔Entender que los niños son niños y nosotros adultos: no somos pares, somos padres.

✔Construir pequeños momentos compartidos, sin forzar la aparición de los mismos. Una vez más la paciencia para esperar a que las afinidades con los hijos de las parejas se den de forma espontánea.

✔Evitar los excesos y la compulsión a darles regalos para que el cariño llegue pronto.

✔Respetar los momentos de intimidad con el padre/madre sin intervenir ni querer sumarnos.

✔No intervenir jamás directamente sobre el niño en las primeras etapas de la relación: jamás de los jamases desautorizar al ex de nuestra pareja delante de los niños.

No vivir como asuntos personales los desplantes de los hijos de las parejas: muchas veces los chicos descargan con los novios de padres/madres su bronca o dolor por «lo que no fue» en términos de la relación de sus padres. La gran mayoría de las veces no es con uno, aunque parezca. Poder tomar distancia de esa situación y no “enroscarse” es la tarea. Difícil, pero no imposible.

✔Buscar estrategias creativas junto a la pareja para el armado de los momentos compartidos durante el inicio de la convivencia.

✔Entender la relación como un proceso que se construye, sumar espacios y momentos para permitir sencillamente, darse a conocer y conocer a los niños. Nada que se imponga desde la autoridad va a funcionar. Que los chicos sean chicos, y los adultos tomen las decisiones saludables.

Hasta aquí el repaso de lo que si hay que hacer como adultos y ahora quiero hacer hincapié en lo que NO debemos hacer, por nuestro bien, por el de ellos.

El amor, un "bien" que se multiplica. Foto Shutterstock.

Ensamble saludable: lo que no

No permitir que decidan por uno. Poner amorosa y firmemente los límites precisos para que los pequeños entiendan que los adultos podemos tomar decisiones sobre nuestras vidas aunque a ellos no les guste.

«Yo tengo derecho a intentar ser feliz. El amor que siento por vos como hijo no tiene nada que ver con mis ganas de estar en pareja. Vas a tener que aceptar y dejar de pelear con la situación. Y te quiero.»

Palabras más palabras menos (y no mucho más porque padres y madres damos discursos más que aburridos), ese es el texto. Una vez, y después sostener para no ser padres y madres tibios

No permitir ningún tipo de maltrato en cualquiera de las intersecciones de los nuevos vínculos. Es muy común que cuando se ensamblan familias los hijos de uno maltratan a los del otro. Y se entrampan los integrantes de la pareja porque uno de ellos habilita el destrato en su tibieza. El maltrato no es nunca una opción en ningún vínculo que construyamos.

No forzar situaciones. Habilitar que los hijos se retiren de los espacios compartidos con la nueva pareja sin forzarlos a permanecer, que fluya y salga espontáneamente.

No ponerse a la misma altura. Recordar siempre que el vínculo es asimétrico. Garanticemos esta cuestión y medio partido estará ganado.

Que no sea un tabú. Habilitemos la palabra y el poder ponerle nombre las emociones.

«A vos te da bronca que yo esté con alguien y estás en tu derecho. Pero no voy a dejar de hacerlo».

Con hijos adolescentes la estrategia debe ser en estos casos muy clara desde la comunicación empática.

«Vos tenés derecho a no querer compartir, pero es una posición egoísta y no estás teniendo en cuenta lo que yo preciso».

Los hijos a esa edad suelen ser receptivos a este tipo de discursos mucho más que a los culposos del tipo «vos me arruinás la vida, yo que doy todo por vos». Eso no sirve sencillamente para nada.

La felicidad no puede ser nunca un precio a pagar, dice Schujman. Foto Shutterstock.

No hablar mal de las parejas de los ex. Eduquemos con el ejemplo: los comentarios despectivos respecto de las parejas de nuestros ex dirigidos a nuestros hijos solo restan y los ubican en un lugar de pares, lo que les da derecho después a opinar y tomar cartas respecto de nuestras elecciones.

Evitemos decires del estilo de : «Esa imbécil de la novia de tu padre» o «¿El cabeza de termo del novio de tu madre fue?» (así llamaba a la pareja de su ex hasta que un día su hijo de 10 años lo llamó «Cabeza de termo, vení a comer» y ahí la cosa se puso difícil. Hablemos con amigos, terapeutas, curas, rabinos o peluqueros, no con los chicos).

Dejemos que los hijos sean hijos.  En definitiva y como digo siempre, los padres y madres somos seres humanos, además de nuestro rol como cuidadores somos hombres y mujeres. Y tenemos derecho a intentar ser felices. Suena obvio, pero a menudo no lo es. Salgamos de la trampa en la que nosotros mismos nos encapsulamos cuando les damos a nuestros hijos mucho más poder del que tienen.

La vida es larga pero no tanto.

Fuente: https://www.clarin.com/