Los últimos días del mes tienen una energía particular. No siempre se nota, pero se siente. Es como si algo adentro nuestro pidiera frenar un poco, mirar hacia atrás y suspirar. A veces ese suspiro es alivio, otras es cansancio, y muchas veces es una mezcla de todo. Porque no todos los meses salen como los imaginamos, pero todos nos dejan algo.
Cerrar un mes no debería ser un examen ni una lista de errores. No es un momento para castigarte por lo que no hiciste, sino para reconocerte por todo lo que sí atravesaste. Incluso por lo que dolió. Incluso por lo que no entendés todavía.
Los rituales de cierre no tienen que ser elaborados ni espirituales en exceso. No necesitan perfección. Necesitan presencia. Estar ahí, aunque sea unos minutos, para vos.
Un ritual simple puede empezar con una pausa real. Apagar el ruido externo: el celular, las exigencias, las comparaciones. Sentarte en silencio y preguntarte, con honestidad y sin juicio: ¿cómo llego al final de este mes? Cansada, orgullosa, triste, más fuerte, confundida. Todo vale. Nombrarlo ya es un acto de cuidado.
Escribir también puede ser un gran cierre. No para hacer balances productivos, sino emocionales. Qué cosas te drenaron, qué cosas te sostuvieron, qué personas fueron refugio y cuáles te enseñaron un límite. A veces escribir no ordena el mundo, pero ordena un poco el corazón.
Otro ritual poderoso es soltar conscientemente. No todo se puede cerrar, pero sí se puede dejar de cargar con tanta fuerza. Decirte: “Esto no lo resolví, pero no me lo llevo como una mochila llena de culpa”. Soltar no es olvidar, es aflojar.
También está el ritual del cuerpo. Una ducha consciente, una respiración profunda antes de dormir, estirarte despacio como si le pidieras permiso al cuerpo para descansar. El cuerpo guarda todo el mes: tensiones, silencios, esfuerzos. Cuidarlo es parte del cierre.
Encender una vela, tomar algo caliente, mirar por la ventana unos minutos. No como un acto mágico, sino como un gesto simbólico: el mes termina, y yo me permito cerrar sin correr.
Empezar el próximo mes con calma no significa tener todo claro. Significa empezar más liviana. Con menos autoexigencia y más comprensión. Entendiendo que llegar hasta acá, con lo que tenías, ya fue suficiente.
Porque a veces el mayor ritual es este: mirarte con ternura y decirte en voz baja, casi como un secreto, “hice lo mejor que pude”. Y creerlo.








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