Vivimos en una época que no sabe esperar. Todo es inmediato, urgente, visible. Y sin darnos cuenta, empezamos a exigirnos el mismo ritmo para la vida emocional. Queremos entender rápido, sanar rápido, decidir rápido. Como si no hacerlo fuera una señal de debilidad o de fracaso personal.
Pero hay cosas que no se resuelven hoy. Y no porque estés haciendo algo mal, sino porque necesitan tiempo.
Hay procesos que no avisan cuándo empiezan. Una duda que se instala de a poco, un cansancio que se acumula, una incomodidad que no sabés bien cómo nombrar. No siempre llegan con un cartel claro; muchas veces se presentan como silencios internos que incomodan.
Aprender a convivir con un proceso es aceptar que no todo tiene una respuesta inmediata. Que hay etapas en las que no se avanza hacia adelante, sino hacia adentro. Y ese movimiento, aunque no se vea, también es crecimiento.
Nos cuesta quedarnos en el medio. En ese lugar incómodo donde no estamos como antes, pero tampoco sabemos bien hacia dónde vamos. El “mientras tanto” suele desesperar. Queremos cerrar capítulos, ponerles nombre, entenderlos del todo. Pero la vida no siempre funciona con cierres prolijos.
Convivir con un proceso es seguir viviendo aun cuando algo está abierto. Es levantarte, cumplir, reírte, descansar, aunque haya una parte tuya que todavía no entiende qué está aprendiendo. Es confiar en que incluso la confusión tiene un sentido, aunque hoy no lo veas.
También es aprender a no presionarte para “estar bien”. Hay procesos que implican tristeza, cansancio, enojo, miedo. Emociones que no se van porque las ignores o las apures. Escucharlas, darles espacio, es parte del camino.
No todo proceso termina con una respuesta clara. Algunos simplemente se transforman. Lo que hoy duele, mañana pesa menos. Lo que hoy confunde, con el tiempo se ordena de otra manera. Y aunque no haya una solución exacta, hay una forma distinta de habitarlo.
Confiar en los procesos es un acto de fe personal. Es creer que no estás estancada, aunque así lo sientas. Que no estás perdiendo tiempo, aunque no haya resultados visibles. Estás atravesando algo que te está formando, aunque todavía no tenga nombre.
No todo tiene que resolverse hoy. A veces, lo más valiente que podés hacer es quedarte, respirar hondo y seguir caminando sin exigirte respuestas inmediatas. Porque estar en proceso no es estar perdida. Es estar viva, aprendiendo, transformándote a tu propio ritmo.








Add Comment