El rol de los padres en tiempos de cambios de paradigma: se involucran más, son más afectuosos y eligen estar presentes en la crianza de sus hijos.
Así como las mujeres están rompiendo paradigmas, ganando terreno en áreas en las que antes no estaban presentes y luchando por conquistar sus derechos, los hombres están librando su propia batalla: ahora están definiendo la paternidad, la forma en la que la ejercen, y cómo se acomodan en esta estructura familiar.
Los nuevos padres están implicados y comprometidos con la crianza de sus hijos, participan en las decisiones cotidianas y son emocionalmente demostrativos y abiertos, cortando así con generaciones para las que la norma era dejar esto exclusivamente en manos de las mujeres y la excepción era un padre afectuoso y dedicado.
Muchos hombres son hoy, incluso, los primeros en la línea paterna familiar en cambiar un pañal. Tan extremo como eso. Pero los tiempos avanzan y con el calendario, los deseos y las necesidades de cada uno.
A diferencia de la forma en la que se ejercía años atrás, la nueva paternidad sugiere que la figura del padre deje atrás las prácticas autoritarias, que producían malestares en los miembros de la familia, para dar paso a relaciones afectivas más sanas.
«El siglo XXI ha traído muchos cambios dentro del seno familiar. Estos cambios en relación a la paternidad resultan muy positivos e impactan directamente sobre varios factores, como la convivencia, la reducción de la desigualdad de género y el buen desarrollo de los hijos, desde sus primeros meses de vida en adelante», explica la licenciada Vanina Cassano, psicóloga.
Camino a la deconstrucción
Socialmente se espera que los hombres cumplan su paternidad con varios estereotipos asociados a la masculinidad. Un hombre debe ser fuerte, independiente maestro del autocontrol, no llora, es inteligente, no expresa emociones, es viril, proveedor de familia, tiene iniciativa sexual, es autoritario, deportista y basa el sexo en el rendimiento. Si no encaja en los comportamientos socialmente esperados, entonces es raro, débil u homosexual.
La nueva paternidad plantea que un hombre puede ser todo lo anterior, redefiniendo la forma en la que ejerce su masculinidad y, por ende, la manera de ser padre.
El cambio en la forma en la que las mujeres se asumen, aunado al de las relaciones, está modificando significativamente la manera en la que los hombres son parte de la vida de sus hijos.
Con mujeres que se incorporaron al mercado laboral, modificando la estructura familiar y el paradigma del proveedor, los hombres están cambiando, se están involucrando con sus hijos, están teniendo relaciones afectivas verdaderas y dejando las relaciones de poder que por muchos años fueron parte del modelo patriarcal.
Pero tampoco es tarea simple, ellos también son puestos en la mira de sus pares. «Se enfrentan muchas veces a críticas o constructos del viejo paradigma social, encarnando un modelo cercano, abierto, afectivo y empático frente a las necesidades no sólo físicas sino también psíquicas y emocionales de sus hijos», advierte Cassano.
Sin embargo, el reto vale la pena: «Se observa que los padres que se permiten gozar de la experiencia de ver crecer a sus hijos y acompañarlos de cerca en el proceso, además de estar emocionalmente involucrados con sus necesidades y cuidados, también crecen y se desarrollan junto a ellos en aspectos personales vinculados a la función paterna. Además, suele ocurrir que el hombre que es padre, en el aprendizaje diario sobre el cuidado de otros, aprende a cuidar más de si mismo».
Martín tiene 39 años, es gerente en una fábrica y es papá de Bastián, de dos años. Desde el principio necesitó conectarse con el embarazo de su mujer: «Me sentí parte desde el primer momento, contaba los días para una nueva ecografía y asistí al curso de preparto, que me enseñó a acompañar a mi mujer en todo momento. Le daba la mamadera para que ella descansara o se tomara un baño; preparaba la comida o bañaba al bebé. Lejos de sentirme un héroe, siempre tuve claro que eso es lo que tenía que hacer porque yo también soy el padre. No es que ‘ayudo’ a mi pareja, soy parte de la crianza de mi hijo y lo hago muy a gusto».
Pero su papá y su tío no piensan lo mismo sobre la relación con su hijo: «Ellos me dicen ‘conchita’ porque estoy involucrado con las tareas de mi casa. Mi tío cuenta con orgullo que jamás cambió un pañal de sus cuatro hijos y mi papá, si bien con el abuelazgo se ablandó un poco, hay cosas que aún no comprende».
Matías tiene 36 años y es empleado en un laboratorio. Quiere ser padre desde que tiene uso de razón, y así lo demuestra desde que hace 7 años nació Lola, su primera hija. Él se ocupa de acompañarla a todas las actividades porque su mujer trabaja. «La voy a buscar a la escuela, la llevo a gimnasia deportiva, a natación, me quedo sentado con otras madres la hora de la clase y algunas me dicen ‘ay pobre, te toca a vos venir’ y yo les digo: ‘¿Y por qué no, si soy el padre?’. Creo que las mujeres tienen una mirada muy machista aún sobre las cosas, yo disfruto de ver a mi hija colgada de las paralelas o haciendo una medialuna, como disfruta mi mujer cuando logra ir a verla», cuenta.
Todos ganan
Con este nuevo mapa familiar, todos salen beneficiados. Para la licenciada Cassano, la presencia activa tanto de la madre como del padre en la vida cotidiana del niño, desde su nacimiento, lo beneficia en su desarrollo psicológico y emocional, y favorece un clima enmarcado por la igualdad, la afectividad, la contención, la seguridad y un mayor bienestar para toda la familia.
«Las mujeres madres, en sintonía con este nuevo paradigma, poseen una fuerte inserción en el campo laboral, se encuentran comprometidas con su profesión, su trabajo, y deben retomar su actividad laboral, debido a que comparten la responsabilidad del mantenimiento económico del hogar», explica. Es bueno también que, si así lo desean, puedan desarrollarse en su carrera, realizar actividades extras a los planes familiares y hasta puedan viajar y ausentarse de su casa si lo requiere su trabajo o tienen ganas de hacerlo.
«Es esperable que, en la medida en que la copaternidad se extienda como modelo familiar, la disparidad salarial y las diferencias de oportunidades profesionales para hombres y mujeres vayan desapareciendo», arriesga la psicóloga. Pero para eso aún falta mucho recorrido.
¿Cómo es la licencia?
En la actualidad, la Argentina tiene la licencia por paternidad más baja de la región. En la ciudad de Buenos Aires se extendió a 15 días al momento del nacimiento y los hombres cuentan con 30 más, que pueden tomárselos a lo largo del primer año de vida de su hijo. Esto también se aplica a casos de adopción. En cuanto a subrogación de vientre y progenitores no gestantes, aún hay un vacío legal. En casos de que todavía no estén legislados, se puede recurrir a amparos para obtener esas licencias.
A nivel nacional, la cosa cambia. «Hay un proyecto para ampliar, en un principio, la licencia a 15 días. La realidad es que los 3 días vigentes en la actualidad son insuficientes para un padre. La licencia no tiene que ver solamente con una recuperación física sino con los cuidados extremos que un recién nacido necesita», explica la abogada Andrea Viviana Moyano, quien también hace hincapié en que deben contemplarse todos los tipos de familias, «ya que el régimen vigente coincide con el modelo patriarcal de familia donde la mujer es la destinada al cuidado de los hijos, pero esto debe modificarse y ser coincidente con las leyes de Igualdad e Identidad de Género y Matrimonio Igualitario».
Las personas que trabajan por su cuenta se llevan la peor parte. Según datos del Cippec, el 47 por ciento de los trabajadores que están fuera del sistema, no sólo los desempleados e informales sino también los cuentapropistas e independientes, no acceden a licencias pagas.
Para la letrada, estas modificaciones tienen que hacerse de forma urgente: «Ambos progenitores deben cuidar del hijo, entonces por qué darle sólo a uno el mayor tiempo de licencia que al otro que quizás quiere ocuparse de ese hijo, participar de los primeros controles, estar cuando se le caiga el cordón umbilical, aprender a cambiar pañales. Son momentos en la vida de la familia que los dos tienen derecho de disfrutar. Es el acomodarse de esa familia al nuevo integrante. Entonces acá viene el cambio psicológico, sociológico, cultural y laboral que se debe dar».
Fuente: escrito por Paola Florio para www.infobae.com
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