Las personas perfeccionistas buscan sin descanso el éxito, aunque nada les parece suficiente. Casi todo les produce insatisfacción porque su nivel de exigencia es excesivo e incluso, ilusorio, ya que piensan que siempre pueden hacerlo mejor. De ahí que no cumplir con cada objetivo propuesto les acabe generando altos niveles de estrés y agotamiento.
Cuando la rutina se convierte en una carrera de fondo, la sensación de falta de tiempo para llegar a la meta es muy habitual. Ahora bien, si además añadimos unas dosis de perfeccionismo, esa falta de tiempo no solo agobia sino que también ahoga. Aunque suene a paradoja, la perfección no siempre es perfecta. En muchas ocasiones y en contra de lo que se pueda pensar, conlleva muchos más inconvenientes que ventajas para nuestra salud física y emocional.
Las personas perfeccionistas suelen ser inseguras por sus niveles de exigencia y están constantemente pasándolo mal, ya que quieren llegar a una perfección tal que, o lo consiguen o no darán por finalizado aquello que estén realizando. Así, para evitar estos comportamientos en exceso es esencial ser conscientes de lo que somos y valorar nuestras virtudes y esfuerzos.
El verdadero problema de las personas perfeccionistas es que tanto los aciertos como los fallos no son valorados desde la objetividad, sino desde el fracaso personal.
La paradoja del perfeccionismo
No hay nada malo en esforzarse para hacer las cosas lo mejor que podamos, pero tenemos que ser conscientes de nuestras limitaciones. Frustrarse por no alcanzar la perfección en todo es la curiosa paradoja del perfeccionismo. Este rasgo conlleva efectos devastadores sobre nuestra salud física y emocional cuando se da en exceso. De hecho, un estudio de Yale University ha vinculado el perfeccionismo con un alto riesgo de depresión y suicidio.
Normalmente el perfeccionismo comienza a aparecer desde la niñez y tiende a aumentar de forma progresiva en la etapa de estudiantes. Ahora bien, no hace falta que este rasgo se dé en todos los ámbitos de la vida de una persona, aunque lo normal es que se extienda a todos. Algunas personas solo son perfeccionistas en el trabajo, en el deporte o en las relaciones, mientras que otras se esfuerzan en ser perfectas en cada área de la vida. Hay muchos factores que pueden intervenir.
“Creo que el perfeccionismo está basado en la creencia obsesiva de que si corres con suficiente cuidado, pisando cada escalón perfectamente, no tendrás que morir. Lo cierto es que morirás de todos modos y que muchas personas que ni siquiera miran sus pies lo van a hacer mucho mejor que tú, y lo pasarán mucho mejor mientras lo hacen”.
-Anne Lamott-
Síntomas físicos y emocionales de las personas imperfeccionistas
Un estudio elaborado por la Universidad de Brock, en Ontario, examinó la relación entre perfeccionismo y salud física de 492 personas, de edades comprendidas entre 24 y 35 años de edad. Los resultados concluyeron lo siguiente: las personas perfeccionistas son más propensas a sentirse mal y a quejarse de la falta de sueño, dolor y fatigas que aquellas que no lo son. Además de experimentar un gran temor a fracasar.
Los perfeccionistas también suelen presentar altos niveles de ansiedad que, sumado al factor de inseguridad mencionado anteriormente, les llevan a un sufrimiento tan elevado, que pueden tener crisis de ansiedad, cansancio excesivo o incluso una falta de motivación al no conseguir aquello que se proponían.
Como vemos, el perfeccionismo no es una búsqueda de lo mejor. Es perseguir lo peor de nosotros, la parte que nos dice que nada de lo que hagamos será nunca lo bastante bueno ni suficiente. Autoexigirse está bien pero siempre dentro de unos límites.
“Una vez que aceptas que no eres perfecto, es cuando desarrollas cierta confianza. Las imperfecciones de una persona, sus fragilidades, sus faltas, son tan importantes como sus virtudes”.
-Rosalynn Carter-
Fuente: www.lamenteesmaravillosa.com
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