El año financiero empezará mañana lunes 4 de enero cuando suene la campana en los mercados y se crucen los primeros precios del ejercicio. La vacuna aproxima la vuelta a la normalidad tras la pesadilla de la covid-19. Además, los estímulos fiscales y monetarios se mantendrán vigentes. Estos tres ingredientes deberían bastar para garantizar otra buena cosecha a los inversores. Sin embargo, nada es tan sencillo como parece (y menos en el mundo del dinero), por lo que habrá que saber leer muy bien el partido para sacar algo de lustre a los ahorros.
Las Bolsas, como indicador económico adelantado que son, ya descontaron durante 2020 parte de la recuperación prevista para 2021; por su parte, en el mercado de renta fija, sobre todo en el segmento de deuda soberana, queda poco que rascar con intereses negativos en buena parte de la curva de tipos tras la decisión de los bancos centrales de abrir las compuertas y suministrar liquidez a mansalva. El mercado seguirá deparando buenas oportunidades, pero las rentabilidades podrían ser menores que las de 2020. Por eso los expertos aconsejan carteras muy diversificadas, tanto en activos como geográficamente, y una gestión activa de las inversiones porque la volatilidad seguirá siendo la tónica dominante.
“Los mercados reaccionaron en noviembre de manera muy positiva al resultado de las elecciones en Estados Unidos y a los avances en las vacunas. Los índices bursátiles globales acabaron el año en positivo, liderados por Wall Street y Japón, y los mercados de deuda, tanto pública como privada, también registraron avances en el conjunto del año. Este escenario es mejor de lo que se preveía hace seis meses, pero por otro lado, complica la gestión de las carteras a corto y medio plazo, ya que las valoraciones son ahora más exigentes”, describe Óscar del Diego, director de inversiones de Ibercaja Gestión.
La renta variable sigue siendo la opción favorita de los gestores y analistas para 2021. La pregunta que muchos se hacen en sus informes de estrategia es si el mercado de acciones no empieza a estar caro tras el imponente rebote acumulado desde marzo. Y la respuesta más habitual es que puede que lo esté en términos históricos, pero no si se compara con las otras opciones de inversión. “Las valoraciones son una fuente de preocupación. Todo parece estar caro en estos momentos, pero lo que está caro puede también parecer barato por algún motivo. La posibilidad de que se produzca una recuperación de los beneficios empresariales tiene su fundamento a la luz de las perspectivas económicas. Las valoraciones no suelen arruinar la fiesta de las Bolsas mientras suben los beneficios empresariales”, argumentan en Julius Baer.
Rotación geográfica
¿Seguirá esta dicotomía geográfica en 2021? “Tiene sentido estar sobreponderado en acciones, pero la asignación regional tendrá que adaptarse a lo largo del año para reflejar el nuevo contexto. Es lógico apostar por las Bolsas más rezagadas, pero también es importante tener una gestión activa. Mayores estímulos económicos o una inmunización rápida de la población favorecerán a Europa, América Latina y el sur de Asia. Sin embargo, Estados Unidos, China o Japón seguirán funcionando como refugio”, señala Joseph Little, estratega jefe de HSBC Global AM.
La otra gran dispersión que se dio en 2020 fue la sectorial. Los confinamientos aceleraron la transformación digital y los claros triunfadores fueron los valores tecnológicos. Prueba de ello fue la impresionante subida del Nasdaq (43,62%). En cambio, las industrias más ligadas al turismo, los servicios y el ocio se arrastraron como alma en pena. Por eso, el gran debate que divide a los analistas en estos momentos es si la supremacía de las acciones de crecimiento (léase sobre todo tecnológicas) se mantendrá sobre las acciones value (sectores más maduros) o ligadas al ciclo económico.
Allianz Global Investors cree que es necesario buscar “un equilibrio” en un mercado bursátil que se presenta incierto. “Es posible que las acciones value comiencen a recuperar terreno frente a las de growth”, dicen en la gestora alemana. Opinión compartida por Scott Glasser, responsable de inversiones de ClearBridge: “Los sectores cíclicos y orientados al valor que más se han visto perjudicados por los cierres provocados por la pandemia son los que mayor atractivo revisten”. En cambio, desde Santander Wealth Management & Insurance aconsejan tomar posiciones en los dos extremos del espectro del crecimiento de beneficios empresariales, manteniendo una exposición a los valores favorecidos por las nuevas tendencias de futuro, pero rotando desde los que más subieron en 2020 hacia negocios menos explorados. “También aconsejamos incrementar progresivamente la exposición a las industrias más golpeadas por la covid-19 para beneficiarse de un escenario de recuperación y de vuelta a la normalidad”, añaden en la división del Santander.
Si la renta variable sigue siendo la opción de inversión preferida para 2020 no es solo por méritos propios (mejora de los beneficios, entorno de crecimiento económico) sino por el poco recorrido que ven los expertos a su alternativa natural: la renta fija. El mercado de bonos está distorsionado por la intervención de los bancos centrales, circunstancia que continuará en el nuevo año. La rentabilidad que ofrecen los bonos de los Gobiernos —hay que recordar que en la deuda la rentabilidad se mueve de forma inversa al precio del activo— se encuentra en mínimos históricos. Además, en los países desarrollados, esa rentabilidad es negativa en casi todos los casos, lo que unido a unas previsiones de tipos de interés iguales o ligeramente superiores llevan a BBVA AM a recomendar infraponderar estos bonos en las carteras. “Sin embargo, nos sigue pareciendo atractiva la deuda de Gobiernos de países emergentes, de forma diversificada, porque tiene una rentabilidad claramente positiva, y en general los bancos centrales de estos países mantendrán una política monetaria similar a la actual”, señala Joaquín García Huerga, director de estrategia global de esta entidad financiera.
Bonos de empresas
La diversificación que exige un año tan complejo como el que acaba de arrancar aconseja que los inversores, siempre en dosis vinculadas a su grado de tolerancia al riesgo, consideren la opción de la deuda privada para incorporarla en sus carteras. Eso sí, habrá que ser muy selectivo porque, como ocurre con las acciones, la valoración del crédito corporativo ya no ofrece gangas. En marzo, cuando el virus se extendió globalmente y el pánico se apoderó del mercado, los bonos empresariales se convirtieron en un activo financiero muy atractivo en términos de rentabilidad esperada ajustada por el riesgo. Desde entonces, el diferencial de crédito se ha ido estrechando; el activo ha tenido rendimientos muy positivos, y por tanto ahora la rentabilidad esperada para los próximos doce meses es moderada o incluso baja.
Donde mayor potencial ven los analistas —no sin advertir de su peligro porque hasta que la recuperación económica no se consolide la probabilidad de default o suspensión de pagos será alta— es en las emisiones de aquellas compañías con una peor calificación crediticia. Los conocidos también como bonos basura ofrecen un rendimiento superior al resto de emisiones de renta fija (a cambio el inversor asume un mayor riesgo de impago.) “La alta liquidez de los bancos centrales apoya la búsqueda de rentabilidad en el segmento high yield. Sin embargo, hay que hacerlo de una forma selectiva, pues todavía existen motivos para ser cautelosos en algunas compañías afectadas por el coronavirus”, explican desde Deutsche Bank.
Un aspecto clave para lograr la máxima rentabilidad es siempre el tema de la divisa. En el mercado hay instrumentos para cubrir los vaivenes de los tipos de cambio, pero también acarrean un coste. En general, los expertos creen que en 2021 se consolidará la debilidad del dólar que ya se vio durante 2020. En lo peor de la pandemia, el billete verde hizo valer su fama de activo refugio, sin embargo, a medida que los confinamientos estrictos se fueron levantando, el euro se fue apreciando frente al dólar, tendencia que se aceleró tras la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Desde marzo, la divisa americana ha pasado de casi rozar la paridad a cambiarse a 1,22 dólares por euro. “La magnitud de la respuesta económica de la Reserva Federal ante el desafío económico del coronavirus no tiene comparación alguna con cualquier otra intervención de posguerra. Y lo que es más importante, el banco central de Estados Unidos ha cambiado su compromiso con la estabilidad de precios al prometer que, a partir de ahora, tolerará una inflación más alta. A nuestro juicio, todas estas circunstancias hablan en favor de las monedas de Europa, Japón y China”, aprecian los expertos de Julius Baer.
Es llamativo cómo en las estrategias de inversión que durante las últimas semanas gestoras de fondos, bancos de inversión y casas de análisis han enviado a sus clientes hay numerosos llamamientos a intentar anticipar tendencias de largo plazo. Muchos de estos cambios estructurales han sido acelerados por la pandemia. El más evidente es el de la transición energética. Cada vez hay más dinero que busca invertir en sectores que contribuyan a frenar el cambio climático. “Ha sido realmente alentador ver la rentabilidad de los productos de inversión sostenible en 2020. Lo que nos demuestra que este tipo de inversión ya no se considera un lujo o algo en lo que los ahorradores solo pueden permitirse pensar durante un mercado alcista”, opina Nicholette MacDonald, de Schroders.
Otra de las tendencias de inversión que se ha afianzado tiene que ver con la digitalización de la economía. “Las tasas de crecimiento de las empresas que tenían una ventaja digital fueron extraordinarias el pasado año. Cuando la pandemia llegue a su fin, es posible que observemos unas tasas de crecimiento más lentas en este sector, pero no creo que mucha gente cancele sus suscripciones de Netflix o devuelva sus bicicletas Peloton”, argumenta Chris Buchbinder, gestor de Capital Group.
El otro gran polo de crecimiento a largo plazo para los expertos es China. “Ha evitado las nuevas olas de contagio del virus que han surgido en otros países. Además, el plan quinquenal del Gobierno apuesta por la transición hacia un crecimiento impulsado por el consumo interno. Si a eso le añadimos que sus mercados de capitales han adquirido mayor madurez, pensamos que esta podría ser la década de Asia en cuanto a rentabilidad en el mercado, de forma similar al protagonismo ejercicio por Estados Unidos durante el último ciclo”, concluyen desde JP MorganAM.
Fuente:www.elpais.com
Add Comment