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Guía para aprovechar al máximo las mascarillas de pelo

Cuatro expertos nos explican cómo usar correctamente uno de los productos más importantes (y olvidados) del cuidado capilar.

Existe un producto que permanece en la ducha acumulando polvo durante meses. O que se usa, pero incorrectamente. Hablamos de las mascarillas para el pelo. Si has corrido a mirar ahora en tu baño, seguramente te has percatado de ese envase que tu mirada hace tiempo ha decidido obviar entre el resto de productos.

Xavi García, dueño del madrileño Salón 44, confirma esta utilización incorrecta generalizada. «Nos encontramos muchas clientas que lo aplican como un acondicionador. Así no hacen nada porque están preparadas para actuar durante un tiempo determinado de exposición. Para eso es mejor aplicar el acondicionador», sentencia.

De hecho, si se busca en Google cómo usar estas mascarillas, la plataforma arroja unos 19 millones de resultados, muy alejados de los ocho millones que ofrece si preguntas por el acondicionador. El desconocimiento de este producto implica su desaprovechamiento. Hemos hablado con varios expertos para crear un manual que permita exprimir sus propiedades al máximo.

Qué son y para qué sirven

Empecemos por lo básico. Desde el departamento científico de L’Oréal Paris, lo definen: «Se trata de un producto con una textura más rica y una mayor cantidad de activos que un acondicionar para potenciar el cuidado del cabello».

La estilista Noelia Jiménez, continúa. «Nos referimos a un tratamiento para hidratar o nutrir en profundidad según las necesidades del cabello». Su formulación y su objetivo, por tanto, las diferencian del acondicionador. «Como su nombre indica, este producto acondiciona el cabello para después. Evita que se pierda el agua para poder desenredar el pelo y facilitar su peinado, pero nada más».

Desde el grupo cosmético avisan a quien no las ha incluido en sus hábitos de lavado. «Un pelo fuerte y con brillo es el objetivo de todas e incorporar a la rutina el uso de mascarillas es esencial para tener un cabello sano». Y, además, destacan la importancia de elegir la adecuada, según se tenga un cabello más seco, más graso, rizado o teñido. García, de Salón 44, recomienda consultar con un profesional antes de descartar el producto. «Algunas no las utilizan porque dicen que les aportan peso, les engrasan o le alisan. Se han equivocado al seleccionarlas, ahí reside la cuestión. Un experto será quien mejor te asesore para elegir la adecuada».

Como ha comentado García, y coincide Jiménez, su aplicación no suele ser correcta. Por un lado, está quienes la usan como acondicionador. Por otro, quienes se acuerdan de ella de vez en cuando. Y esto, aunque hagan un uso correcto en ese momento, no sirve. «En el momento que te saltas un día del calendario, el pelo empieza a perder nutrientes», dice Jiménez.

Tampoco el exceso ayuda. Se oye quien las deja actuar durante toda la noche para potenciar sus beneficios. Para García, hay más de leyenda urbana que de realidad. «No sirve de nada. El cabello deja de absorber nutrientes cuando llega a su tope. Lo único que sucede es que cuesta aclararlo al día siguiente porque el producto se ha fijado más».

La frecuencia de uso dependerá, eso sí, del estado del cabello. Para las melenas sometidas a tratamientos químicos como el tinte, los dos estilistas apuestan por un uso semanal. «Suelen perder más hidratación», afirma Jiménez. Los pelos muy rizados, normalmente más secos, también requieren de esta asiduidad. Un pelo natural y de una sequedad normal, debería usarlo cada dos semanas. Y si la media melena presenta un aspecto muy sano (que todos los expertos coinciden, son las menos), valdría una vez al mes.

María Baras, estilista de Pantene, se para en las melenas cortas. «Las aplicaría cada 30 días. Cuanto más largo el pelo, más necesidad de nutrición. Eso sí, si la calidad es mala o está teñido, da igual la longitud: habrá que aumentar la frecuencia a una por semana».

El tiempo que se deja actuar también importa. García nos lo indica. «Debemos fijarnos en los minutos que indica el fabricante. Este es el tiempo que ha determinado en sus pruebas que se necesita para que los activos penetren. Suele ser entre 15 y 30 minutos, pero siempre depende de la marca». Dejarlo menos de lo aconsejado, ya lo dijo, no sirve de nada.

La formulación, fundamental

La base de las mascarillas suele consistir en aceites naturales y mantecas. «Son los ingredientes estrella de cualquier producto hidratante», destaca Jiménez. El tipo de aceites y el resto de la fórmula dependerán de los objetivos de cada una.

Si se tiene el cabello teñido, se requerirán activos que respeten el color mientras nutren. «Los aceites de lino y de coco, así como la vitamina E, mantienen el tono hasta diez semanas aportando suavidad», aseguran desde el departamento científico de L’Oréal Paris.

En el caso de cabellos grasos, el contenido del producto no debe aportar más sebo. «El agua de rosas y el agua micelar no proporciona grasa, ni la fórmula patentada Pro-V de Pantene», barre para casa María Baras. Si además absorben el exceso de aceite en pelo, mejor. «La menta piperita y las arcillas contrarrestan esta sobreproducción», dice Jiménez.

Los pelos finos y quebradizos piden estructura. Desde L’Oréal Paris se inclinan por la queratina vegetal, las vitaminas, la caléndula, las ceramidas o el aceite de ricino. Baras, de Pantene, añade la flor de loto y el Omega 9. Y, en el caso de cabellos rubios o canas, la estilista incide en la necesidad de aceite de jojoba y antioxidantes.

Su aplicación, paso a paso

Ahora que disponemos de más tiempo, los profesionales recomiendan iniciarse, a quien no lo ha hecho ya, con las mascarillas. Es el momento de incluirlas en la rutina y de aprender a usarlas correctamente. «Notarán la diferencia, y si no se percatan de su mejora, sí lo harán de cómo empeora cuando dejen de usarlas», cuenta Jiménez. Así se deben aplicar, según los expertos.

Antes de empezar, ese día se debe prescindir del acondicionador. Se estaría sobrecargando al pelo de humedad, y desperdiciando producto, pues la mascarilla ya le va a aportar la hidratación necesaria. Es decir, limpiaríamos el pelo con champú, aclararíamos y retiraríamos el exceso de agua con una toalla, sin friccionar.

Dicho esto, primero se pone una nuez de producto en la mano. Si el cabello está muy dañado o muy seco y se observa que lo absorbe con rapidez, se puede ser un poco más generoso. Se distribuye por las palmas de la mano antes de proceder.

Una vez se ha extendido por ambas manos, se distribuye desde la mitad de la melena hacia las puntas con ligeros masajes. Terminado este proceso, pasamos a desenredar el cabello. Se puede hacer con los dedos. Si se resiste, se podría optar por un peine de púas anchas en el caso de pelos sanos o un cepillo para el más deshidratado, pues evitaría partirlos.

Una vez desenredada, se recoge la melena (se puede usar una pinza) y se envuelve en papel osmótico (el papel film de la cocina) o se introduce en un gorro de ducha. En este momento, se puede optar por añadir calor con un secador para favorecer la apertura del poro y la penetración de los activos, o dejarlo tal cual.

Pasado el tiempo de exposición indicado en el bote (si excede del cuarto de hora, puedes aprovechar para desayunar o leer un libro), retiras el envoltorio y aclaras con agua tibia hasta que no quede ningún residuo. Para acabar, se procede al secado (de nuevo, sin frotar) y al peinado habitual.

Fuente: www.elpais.com