La pandemia nos obligó a replegarnos. Y muy al contrario de quienes experimentan la vida puertas adentro de una manera asfixiante -y que tuvieron que hacer un gran esfuerzo adaptativo por llevar a cabo una vida sin contacto con el mundo exterior- están los que pueden extrañar ver a sus seres queridos, pero a quienes de alguna manera la cuarentena también los alivia. Se sienten felices en su casa, sin tener que lidiar con conversaciones casuales, reuniones innecesarias, sin la necesidad de inventar excusas para no asistir a eventos ni teniendo que hacer esfuerzos para trasladarse y socializar en ámbitos que no les interesan.
«Lo que más me gusta de la cuarentena es esta posibilidad de poder quedarnos trabajando en casa sin que ello presuponga para todos aquellos que ‘salen al mundo’ un disvalor. Si me dijeran que sin pandemia se podrían seguir haciendo casi todas las cosas online, para mí sería ideal. La cantidad de tiempo que ahorramos para optimizar nuestro trabajo o volcarlo a actividades creativas es muy importante», resume Daniel Botti, guionista, de 64 años, quien admite que suele poner excusas para evitar encuentros nocturnos necesarios para «hacer sociales».
El tiempo para adentro, la pausa, el habitar un espacio que se estructura de otra manera, lleva a muchos incluso a replantearse cuán felices eran antes con el estilo de vida que llevaban. Entre las cuestiones que la hacen sentirse plena en este aislamiento, manejar sus tiempos, evitar los traslados y habitar el hogar son los más valorados para Victoria, contadora de 60 años: «No extraño para nada la precuarentena y uno de los motivos es que disfruto mucho de estar en mi casa. Es como que la colonicé. Transito por lugares a los que no iba por falta de tiempo. No ir a la oficina me da mucho placer. A veces me encuentro trabajando a las 12 de la noche y no me importa, porque valoro mechar el trabajo con cosas que disfruto», cuenta.
Entre quienes se manifiestan felices de no tener que salir de su casa se combinan rasgos personales con circunstancias que fueron resignificadas como beneficiosas dentro de la pandemia, como compartir tiempo con la familia, pintar, decorar y arreglar la casa. «Es cierto que en estos días muchas personas encontraron en el espacio doméstico una nueva intimidad. Esto no es patológico ni endogámico. Creo que el mundo se había vuelto tan hostil antes que, en realidad, descubrieron la intimidad recién con este corte. Estaban más acostumbrados a que el espacio público fuera impersonal, a veces demasiado burocrático, sin interacción. Esto debería hacernos pensar a todos en cómo vivimos el ámbito público», analiza el psicoanalista y doctor en Filosofía Luciano Lutereau.
Respecto de si hay rasgos puntuales en este tipo de personalidades, Lutereau explica: «Lo importante es no patologizar y sí reconocer estilos de vida. La introversión y la extroversión tienen que ver con cómo cada quien se relaciona con la intimidad, mientras que la evitación es una forma de rechazo de la intimidad. Una relación es íntima cuando permite que alguien despliegue su deseo de manera enriquecedora y no solo adaptativamente. La realidad de por sí no es un problema cuando podemos enfrentarla creativamente y transformarla. Cuando el mundo exterior es solo fuente de exigencias, la retracción es inevitable», sostiene.
Quedarse en casa solía ser el plan perfecto para muchos antes de la cuarentena, y se disfruta mucho más ahora que hay «vía libre» para hacerlo, sin excusas ni cumplidos. Es el caso de Daniel Narbona, administrativo, de 29 años: «Siempre pospongo reuniones por fiaca y me molesta tener que justificar un ‘no tengo ganas’ por miedo a quedar mal. La realidad es que soy más de estar en casa: me gusta quedarme, compartir tiempo con mi mujer. Me amigué mucho con la modalidad online y creo que bien usada es muy poderosa. No quiero volver a viajar en subte hora pico o tener que conversar con gente que no me interesa en el trabajo», cuenta.
«La pasa mejor en el encierro quien está bien consigo mismo, y eso no es forzoso que sea un fóbico. Estar bien a solas es un primer modo de estar bien con los otros. Quienes pueden estar en soledad, gente que está muy analizada o que puede encontrar alguna creatividad en cuarentena, pueden sentirse cómodos en esta indicación de aislamiento», afirma la psicoanalista Eva Lerner.
Por eso, es importante aclarar que no todos los grados de incomodidad con el mundo exterior tienen el mismo peso ni los mismos efectos. En el otro extremo, Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista, explica qué de lo hogareño puede resultar tan confortable para ciertas personas: «El hogar es un lugar seguro y calentito que es funcional, en un sentido regresivo, a la necesidad de protección. De modo general podría decirse que el encierro es mejor tolerado por aquellos que optan por la evitación y el retraimiento como mecanismo de defensa frente a las tensiones de la vida», sostiene el especialista.
Por otro lado, Horvat advierte acerca del impacto que el encierro retroalimentado por su magnitud y extensión puede tener en este tipo de personalidades: «Todos conocemos esa placentera sensación que definimos como ‘estar entre los míos’. La endogamia construye autoestima a partir de la identificación recíproca. Nos avalamos entre nosotros, por eso tranquiliza. Pero el método no funciona en el mundo real. Lo diferente, lo ajeno nos deja perplejos y con la ansiedad de ver en peligro nuestro universo de certezas. Por eso incomoda estar entre desconocidos, discutir ideas con el que piensa distinto o habituarnos a otros códigos de trabajo. La cuarentena nos ha vuelto por momentos adictos al nido propio, corremos riesgo desde lo individual y lo social de quedar cada vez más aislados, divididos en grupos regresivos y endogámicos», agrega.
Lo que no hay que dejar de tener en cuenta es que las personas que de alguna manera gozan del encierro están viviendo una realidad que no por ser extendida en el tiempo deja de ser temporal. En este sentido, saben que en algún momento, los beneficios que les trae la vida en cuarentena son finitos, y que tarde o temprano deberán volver a enfrentarse con la vida misma.
«No se qué va a pasar cuando todo esto termine, por ahí me vuelva aún más ‘antisocial’ que antes. La cuarentena me permitió dejar de lidiar con cuestiones como ansiedad, nerviosismo, todas cosas que sentía cada vez que tenía que ir a un evento o situación social con gente que no fuera conocida. Es un esfuerzo grande el que tengo que hacer para participar de esas situaciones, que luego pueden traerme beneficios sobre todo laborales pero también personales. Así que con el aislamiento estoy descansando de todo eso también, disfrutando de vivir sin presiones ni excusas», relata Laura, ingeniera de 37 años.
En el actual contexto pandémico -en el que se despliega un amplio abanico de angustias, miedo a la muerte y a los contagios, sumado a las indiscutibles ventajas de no lidiar con las vicisitudes de las grandes ciudades- no es del todo fácil discernir si esto representa o no una forma de evadir el contacto con los demás. «Hay quienes encontraron con el teletrabajo o en algunas actividades digitalizadas una solución al tiempo que pierden en trasladarse por la ciudad, y hay que diferenciar eso de lo que sería una preferencia a seguir encerrados. Tendremos trabajo a posteriori los analistas para dirimir esas diferencias», cierra Lerner.
Fuente: lanacion.com.ar
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