Considerado uno de los hombres más lindos del planeta, vivió y se le atribuyeron muchos romances. Pero él encontró el amor en su segunda esposa, la pintora franco marroquí Micheline Roquebrune
Tippi Hedren, la musa de Alfred Hitchcok, está por conocer al coprotagonista que la acompañará enMarnie. Se trata de Sean Connery, el actor que en la piel de James Bond alcanzó la categoría de sex simbol nivel hasta el infinito y más allá. Tippi, ex modelo, está acostumbrada a trabajar con hombres lindos. Pero cuando ve a Sean se queda sin aliento. Siente que sus hormonas enloquecen. Trata de hablar pero tartamudea. Finalmente logra preguntar cómo interpretará a una mujer gélida ante semejante portento de la especie humana. Connery, la mira y con esa media sonrisa mezcla de seducción y arma mortal simplemente le contesta: “Se llama actuar, querida”.
Lo que le sucedió a la madre de Melanie Griffith y ella misma narró, no fue la excepción sino la regla. Es que los que vieron actuar al escocés saben que su presencia sencillamente derretía la pantalla. Dueño de una belleza viril, una altura de 1,88 y dominador absoluto del arte de seducir sin esfuerzo, más que mirarlo se lo contemplaba.
Connery fue un fiel representante de esa estirpe de “caballeros sin memoria”. Hombres que cuando vivían un romance lo disfrutaban sin ventilarlo. Un tipo de varones respetuosos porque sabían que lo que en ellos se aplaudía, en la mujer se condenaba. Por eso, amaban con pasión pero con discreción.
Pero entre los amores confirmados se casó, en 1962, con la actriz Diana Cilento, hija de un médico con título nobiliario. Cuando la conoció, Connery vivía con la fotógrafa Julie Hamilton. Diana abandonó a su marido, el escritor italiano Andrew Volpe para casarse con el escocés. La boda fue en Gibraltar con dos taxistas de testigos. La recepción se hizo en un hotel que se caía a pedazos y con dos recién casados que no paraban de discutir. No habían pasado nueve meses que nació, su hijo Jason.Diana Cilento (Foto: Shutterstock)
Pero el matrimonio nunca fue un lecho de rosas. Diana no soportaba a las fan ni los paparazzi que acosaban/seguían a su marido. Tampoco soportaba en silencio los constantes rumores de que su esposo la engañaba con sus coprotagonistas, como Ursula Andress, Brigitte Bardot y Lana Wood. Es que en esto, punto para Diana, semejantes nombres no ayudan a aumentar la autoestima de ninguna esposa. A él, por su lado, le gustaba ser actor, pero no estrella. Renegaba del acoso de la prensa, de las guardias periodísticas en su puerta y sobre todo, renegaba de los reniegos de su esposa.«Dr No» (James Bond), Sean Connery y Ursula Andress (Shutterstock)
Así y todo Connery y Cilento estuvieron juntos once años. En 1973, el mismo año que el padre de Connery murió y la crítica lo destrozó por su rol en La ofensa, se divorciaron.
La separación fue más que conflictiva. Cilento solía asegurar que su ex era un hombre que la había maltratado no solo a ella, también a su hijo, Jason. Durante años Connery mantuvo silencio hasta que en una entrevista en el Daily Telegraph salió con los tapones de punta. “Diane no ha podido salir adelante con su vida después de nuestra separación y ya he tenido que lidiar con acusaciones suyas de que yo era violento con ella y tonterías así. Ahora las mentiras se tornan aún más viciosas y, lo que es peor, ha metido a nuestro hijo”.Su estampa fue modelo a seguir por muchos hombres
Su segunda esposa y gran amor fue la pintora franco marroquí Micheline Roquebrune. Se conocieron en Marruecos, en un club de golf durante unas vacaciones que cada uno por su cuenta disfrutaba lejos de parejas e hijos. “Los cuatro días que siguieron a nuestro encuentro, continuamos jugando al golf como dos extraños y después nos reuníamos para hacer el amor como dos locos. La realidad es mejor que cualquier fantasía. Ningún hombre ha tenido ese efecto en mí”, relató Micheline. Desinhibida y obviamente orgullosa narró en detalle cómo fue su primer encuentro carnal: “Él, leyendo el periódico sobre la cama, desnudo. De un salto me lancé sobre la cama y desabroché mi cinturón de cuero tratando de golpearlo con él mientras le bailaba sensual. Él me agarró y me besó pasionalmente. Casi salvajemente. Animalmente”.
Pero dicen que “lo bueno si es breve dos veces bueno”. Luego de cuatro días de locura y pasión sin compromisos, los amantes regresaron a sus obligaciones. Dejaron de verse por dos años, hasta que el actor, ya separado, volvió a contactarla y la invitó a pasar unos días en Marbella. “Me pregunté a mí misma: ‘¿Quién se cree que soy?’. Pero una vez allí, él me miró y me dijo: ‘Te he echado de menos y no puedo parar de pensar en ti. No puedo olvidarte’”, contó Micheline.Sean Coonery Micheline Roquebrune (Foto: Shutterstock)
Se casaron en 1975 y desde entonces estuvieron juntos. “Para todo el mundo Sean es una gran estrella, pero para mí es, por encima de todo, el hombre de mis sueños”. No tuvieron hijos, pero el actor asumió a Olivier, Micha y Stephane, los hijos de su esposa, como propios.
Dicen, que Roquebrune era la que manejaba los contratos de su marido. Discreta y segura, sabiendo que su esposo siempre dormía en casa, nunca hizo ningún comentario sobre sus supuestas infidelidades. Quizá porque adhería a la máxima “yo soy esposa, las otras no”.
Juntos, encontraron una vida estable y tranquila, alejada de las fiestas sin control de Hollywood que el actor tanto detestaba. “Nunca destrocé una habitación de hotel ni consumí drogas. Entiendo si te atrapan en una pelea, pero sacarte de una habitación implica algún trastorno psiquiátrico. La forma en que me criaron me hizo pensar en la persona que tiene que limpiar después”.
En los últimos años, el matrimonio gozaba de la tranquilidad y el reposo en su casa de las Bahamas. Si el sentido de la vida es llegar a la muerte con tranquilidad, Connery, lo logró.
Fuente: www.infobae.com
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