Una pausa para honrar el acto más primitivo, poderoso y profundamente humano: alimentar desde el cuerpo y el amor.
Amamantar no es solo dar leche.
Es ofrecer consuelo cuando hay llanto.
Es entregar calor en las madrugadas frías.
Es regalar calma en medio del caos.
La lactancia materna es un puente silencioso que une a una madre y a su bebé en un lenguaje que no necesita palabras.
Es un vínculo que se teje con la piel, con el olor, con la presencia.
Un tiempo que parece eterno y fugaz al mismo tiempo.
Un acto que, aunque natural, no siempre es fácil.
Porque detrás de cada imagen idealizada de una madre amamantando, hay una historia real.
Historias de pezones agrietados, de lágrimas silenciosas en la madrugada, de cuerpos cansados, de miedos e inseguridades, de preguntas sin respuestas.
Pero también hay historias de superación, de instinto, de un amor tan profundo que nace desde las entrañas y se expresa en cada gesto de entrega.
Un amor que no necesita palabras, que se cuela entre las grietas del cansancio y sostiene incluso cuando el cuerpo ya no puede más.
Es ese amor incondicional, feroz y tierno al mismo tiempo, que hace que una madre se levante una y otra vez, aun cuando siente que no puede.
La lactancia no debería vivirse en soledad. Necesita redes, información, respeto y acompañamiento. Necesita menos juicios y más empatía. Porque no todas las mujeres pueden, quieren o logran amamantar. Y todas merecen respeto. Siempre.
Pasó la Semana de la Lactancia y no queríamos dejar de honrar y visibilizar cada uno de esos procesos: los que fluyeron con amor y los que dolieron en silencio, los que se sostuvieron y también los que, por cualquier motivo, se soltaron.
Esta semana no es solo para celebrar a quienes amamantan.
Es para abrazar cada historia, validar cada proceso y recordar que cada decisión tomada con amor es valiosa.
Es para decirle a esa mujer que se esfuerza, que lo intenta una vez más, que llora en silencio: estás haciendo lo mejor que podés. Y eso es suficiente.
Desde Woman Time queremos rendir homenaje a todas las mujeres que se entregan, que se cuestionan, que aprenden y desaprenden.
A las que amamantan con amor, a las que no pudieron, a las que decidieron no hacerlo. A cada una, nuestro abrazo.
Porque nutrir también es mirar con ternura, es sostener con el alma, es acompañar con presencia.
En esta semana de la lactancia, celebremos la libertad de decidir, la importancia de acompañar y el poder inmenso de maternar con amor, sea cual sea el camino.
Mujer, tu cuerpo es fuerza, tu instinto es sabio, tu amor es infinito. Y eso merece ser celebrado.
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