Nadie está a salvo de las consecuencias del cambio climático. El proceso afecta a todo el planeta y es una de las mayores amenaza para el futuro de la humanidad. La principal causa del aumento de las temperaturas es el incremento de la proporción de dióxido de carbono en la atmósfera, que no solo está provocando sequías, incendios, inundaciones o pérdida de biodiversidad, sino que está reduciendo la calidad nutricional de los alimentos.
El denominado «costo nutricional del cambio climático» es un efecto secundario del que apenas se habla pero sus consecuencias pueden ser desastrosas debido al aumento de las deficiencias nutricionales y los problemas en la salud que ocasionan.
El cambio climático está relacionado con problemas de salud: temporadas de alergias más largas e intensas, propagación de enfermedades transmitidas por mosquitos como el Zika y la malaria, e incluso la salida de los ecosistemas de virus potencialmente pandémicos para los seres humanos.
Por si todo eso fuera poco, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la Organización de las Naciones Unidas advierte en uno de sus informes que el calentamiento global disminuye el valor nutricional de importantes cultivos como el trigo y el arroz.
MÁS CO2 EN LA ATMÓSFERA: MÁS HIDRATOS DE CARBONO Y MENOS PROTEÍNAS
La explicación es que los altos niveles de dióxido de carbono en la atmósfera (ya hemos alcanzado las 415 partes por millón, un 28 por ciento por encima de las 350 ppm consideradas como seguras) alteran la química interna de las plantas de tal manera que disminuye las proporciones de proteínas y de nutrientes esenciales como los minerales zinc y hierro y las vitaminas del grupo B. Este fenómeno agravaría la situación de los más de 800 millones de personas que ya padecen desnutrición.
Los investigadores han descubierto que la composición de los tejidos de las plantas requiere un delicado equilibrio entre el dióxido de carbono del aire y los nutrientes del suelo. Las plantas utilizan el dióxido de carbono (CO2) como combustible de la fotosíntesis, que transforma la luz del sol en energía química, pero no es mejor cuanto más haya. Al menos no lo es para las personas que se van a comer las plantas.
No todos los cultivos reaccionan igual. El informe detalla que el arroz y el trigo, dos de los cultivos esenciales para la alimentación de la humanidad realizar una fotosíntesis de tipo «C3» (llamada así porque las plantas producen moléculas con tres carbonos). Las patatas y casi todas las frutas y hortalizas realizan este tipo de fotosíntesis y se encuentran, por tanto, entre las más afectadas. Otras plantas, como el maíz, realizan una fotosíntesis de tipo «C4» (moléculas de cuatro carbonos) y resultan algo menos afectadas.
Cuando una planta con fotosíntesis C3 absorbe demasiado dióxido de carbono se incrementa la proporción de hidratos de carbono en su composición y se reduce la concentración de proteínas y de micronutrientes esenciales como las vitaminas y los minerales. Esto sucede porque las plantas reducen su capacidad de absorber nitratos (el tipo más común de nitrógeno en el suelo) y convertirlos en compuestos orgánicos como las proteínas.
UN FENÓMENO DESCONOCIDO HASTA HACE POCO
El biólogo molecular Irakli Loladze, del Bryan College of Health Science, en Nebraska (Estados Unidos) es seguramente el científico que más ha estudiado el fenómeno. Empezó a investigarlo hace 20 años pero no consiguió publicar nada hasta hace solo 4. Según Loladze, existe un vínculo directo entre el aumento de los carbohidratos en los vegetales y las crecientes epidemias de diabetes y obesidad en el mundo: «El incremento de los niveles de CO2 ya ha alterado la calidad de nuestra comida».
Todo este proceso se suma a la pérdida en el contenido nutricional de los alimentos a lo largo de los últimos años debido al uso en la agricultura intensiva de fertilizantes. Los agricultores han favorecido el crecimiento rápido y el rendimiento sin tener en cuenta el resultado nutricional, explicar Samuel Myers, profesor de salud pública e investigador en la Universidad de Harvard. «No podemos interferir y reconfigurar la mayoría de los sistemas naturales de nuestro planeta sin encontrarnos con consecuencias no deseadas», añade.
La pérdida de calidad nutricional de los alimentos vegetales se reflejará a medio y largo plazo en la salud de la población mundial. Un estudio citado en el informe del IPCC prevé que, cuando los niveles de CO2 alcancen las 500 partes por millón hacia el año 2050, 200 millones de personas sufrirán deficiencia de zinc.
La deficiencia de zinc aumenta la vulnerabilidad a las infecciones víricas y bacterianas y puede provocar diarrea, mala visión, úlceras en la boca y el estómago e incluso trastornos psicológicos y cognitivos.
También se está reduciendo el contenido en hierro de los alimentos, lo que agravará el alcance de una deficiencia nutricional que ya es la más común y que puede causar varios problemas como fatiga, pérdida de cabello y función inmunitaria debilitada.
Dos mil millones de personas ya sufren de bajos niveles de zinc y hierro y la situación se agravará en el futuro. «Es una carga enorme para la salud mundial”, escribió Samuel Myers en un artículo publicado por la revista científica Nature.
Otro estudio señala que 18 países podrían perder más del 5% de la proteína dietética que aportan los cultivos de arroz y trigo para el 2050. El dato es grave porque 600 millones de personas en el mundo obtienen la mayoría de sus calorías del arroz.
El 76% de la población mundial consigue actualmente la mayor parte de su proteína diaria de las plantas. Al reducirse la proporción de este nutriente debido al cambio climático, cientos de millones de personas verán disminuida su ingesta. Este es un riesgo especialmente significativo para los más de 350 millones de niños menores de 5 años que viven en países de África y Asia y que ya sufren tasas altas de deficiencia de proteínas.
El contenido de selenio en los alimentos también se va a reducir. Es un nutriente esencial para el funcionamiento del sistema inmunitario que además posee propiedades antioxidantes y previene el deterioro cognitivo. También se sabe que la falta de selenio inhibe el crecimiento adecuado de los huesos de los niños en algunas áreas de China con deficiencia de selenio.
En la actualidad, una de cada siete personas sufre una deficiencia de selenio y la incidencia está creciendo. Un estudio reciente de la Universidad de Harvard prevé que, como consecuencias directa del cambio climático, el 66% de las tierras de cultivo perderán el 8,7% de su selenio.
VARIAS AMENAZAS PESAN SOBRE EL SISTEMA ALIMENTARIO MUNDIAL
La agricultura y la ganadería son a la vez responsables y víctimas del calentamiento global. Ambas actividades producen el 37% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. De hecho, una de las principales propuestas del IPPC para combatir el cambio climático consiste en reducir la proporción de carne en las dietas de los países más ricos, de manera que la tierra se utilice para alimentar directamente a las personas, no al ganado. También es deseable reducir el transporte de alimentos y favorecer el consumo de alimentos locales.
Pero los cambios que deberían llevarse a cabo en el sistema alimentario mundial se verán complicados por la pérdida de calidad nutricional de los alimentos y por las alteraciones relacionadas con el cambio climático, como tormentas, olas de calor y sequías, que potencialmente pueden dañar las cosechas y provocar subidas en los precios. La combinación de todos los factores mencionados, que están ocurriendo al mismo tiempo, hará más difícil alimentar a una población mundial que, además, no deja de crecer, según Cynthia Rosenzweig, coautora del informe del IPPC.
MENOS DIVERSIDAD, MENOS ALIMENTOS
No solo los cambios en los niveles de CO2 atmosférico pueden alterar la calidad de la alimentación humana. El cambio climático está induciendo la desaparición de pájaros, abejas y otros insectos responsables de la polinización de las plantas de las que surgen los alimentos, lo que podría causar un problema de malnutrición en muchas partes del mundo, según un estudio dirigido por el doctor Samuel Myers, de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).
Los insectos más importantes para la polinización y cuyas poblaciones están descendiendo son las abejas, las avispas, las polillas, las mariposas y los escarabajos, pero también hay animales que transportan el polen como los colibríes, los murciélagos de la fruta o megaquirópteros, los zorros voladores o murciélagos pteropus, las zarigüeyas, los lemures y los gecos.
Los investigadores afirman que si los animales polinizadores desaparecen, más de 70 millones de personas de países con pocos recursos podrían tener déficit de vitamina A, y más de dos mil millones de personas que ya consumen menos vitamina A de la recomendada tendrían serios problemas de nutrición.
En el caso del ácido fólico, más de 170 millones de personas sufrirían un déficit importante y más de mil millones se verían afectadas por la escasez de alimentos ricos en este nutriente.
En total, se reducirían los suministros de frutas en todo el mundo en un 23 por ciento, los de verduras en un 16 por ciento y los de frutos secos y semillas en un 22 por ciento, según las estimaciones del estudio.
El estudio se realizó analizando los recursos de 224 tipos de comida en 156 países, y se cuantificaron las vitaminas y nutrientes de los alimentos que dependen de los animales polinizadores. Con estos datos, se estimaron los déficits nutricionales a los que se enfrentaría la sociedad mundial si estos animales se extinguieran.
Todo esto generaría unos cambios en la dieta de la sociedad que podría incrementar la muerte por enfermedades crónicas o por problemas de malnutrición en más de un millón de fallecidos en todo el mundo, lo que supondría un aumento de la mortalidad de aproximadamente un 2,7 por ciento.
¿CUÁNTO SE REDUCIRÁN LOS NUTRIENTES?
- El trigo que se cultivará en 2050 contendrá un 9,3% menos zinc, un 5,1% menos hierro y un 6,3% de proteínas.
- El arroz aportará un 3,1% menos zinc, un 5,2% menos hierro y un 7,8% de proteínas. Además las proporciones de vitaminas del grupo B disminuirán entre un 17 y un 30%.
- El maíz contendrá un 5,2% menos zinc, un 5,8% menos hierro y un 4,6% menos de proteínas.
- La soja será un 5,1% más pobre en zinc y un 4,1% en hierro. Aumentará ligeramente la proporción de proteína.
Fuente:www.cuerpomente.com
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