El actor mexicano dirige ‘Todo va a estar bien’, una nueva serie de Netflix sobre un divorcio en la Ciudad de México y los retos para imaginar nuevas formas de familias
La escena se repite todos los días. Una pareja joven, ella en sus treinta y él en sus cuarenta, han decidido divorciarse y van a pelear ante un juez en la Ciudad de México la custodia de su hija. Pero antes deben responder las preguntas de un par de burócratas que ayudarán a la justicia a tomar la decisión. “¿Ha sufrido violencia doméstica?”, es quizás la más sensata. “¿Cuántas parejas sexuales ha tenido?”, la más invasiva. “¿Cómo se llama la maestra de su hija?”, la más tramposa. “Pase al siguiente escritorio, por favor”, es como los burócratas van terminando fríamente una relación institucional que alguna vez se llamó amor. Con esa burocratización empieza el 20 de agosto una nueva serie de Netflix, dirigida por Diego Luna, y titulada con la frase que se le repite a los niños cuando sus padres han decidido separarse: Todo va a estar bien.
Sin embargo, las cosas andan bastante mal. “Quiero el puto divorcio, imbécil”, es como Julia (Lucía Uribe) le pide a Ruy (Flavio Medina) que, por favor, cierren el contrato. “El amor no tenía absolutamente nada que ver con el matrimonio”, dice una pequeña caricatura en el primer capítulo de la serie que va a poner el tono de la historia. El matrimonio es más “un contrato de compra para asegurar tu propiedad sobre la matriz de una mujer en particular”. En alguna parte de la historia moderna se añadió al contrato lo que se llama el amor romántico, pero en el siglo XXI el amor se ha liberado de todas las formas posibles, y el Estado no le ha seguido el paso a nuevas formas de familia. Alrededor de Julia y Ruy hay sin embargo familias amorosas de tres mujeres, o parejas heterosexuales que solo se ven cada 15 días. “Todo va a estar bien”, le promete una mujer lesbiana a Ruy, cuando el pobre hombre no entiende cuándo se acabó su ideal del amor.
En esta nueva serie Diego Luna intenta ver cómo se puede romper el contrato tradicional de forma menos traumática. Una versión mexicana de Marriage Story (2019) o Kramer v Kramer (1979), que se enfocan en el doloroso proceso de pelear una custodia, pero con mucho más humor que las versiones norteamericanas. “No hay una receta para un buen matrimonio”, dice en un momento Julia en un evento familiar. “Pero si la encuentran, pasensela a mi papá, que ya lleva tres”.
Diego Luna ha sido productor o actor de más de 90 películas o series, pero director de menos de 10 films. Con Todo va a estar bien Luna dirige un mundo muy íntimo, y si bien la serie no es autobiográfica, es una etapa de la vida que también le tocó vivir en un momento como padre divorciado. “Esta es una reflexión que viene gracias a que yo ya pasé por esto”, dice. “Ya estoy en otro lado, y por eso puedo contar esta historia así, por eso puedo generar la distancia necesaria para contarla”. EL PAÍS lo entrevistó.
Pregunta. ¿De dónde viene la inspiración para esta serie?
Respuesta. La primera era reflexionar sobre las relaciones modernas, sobre las expectativas que ponemos en las relaciones familiares y en las relaciones amorosas que tenemos, y que nos van marcando en la vida. La realidad nos está forzando a replantearnos cómo nos relacionamos hombres y mujeres, y nos está invitando a reflexionar cómo educamos a nuestros hijos. Soy papá y eso también me mueve constantemente. ¿Cómo navegamos este mundo que a gritos pide tanto cambio? Un mundo que a gritos pide reflexionar y sacudirnos ciertas estructuras de encima que fueron un andamiaje que claramente no responde a la realidad con la que interactuamos todos los días.
Otra cosa que para mí importante era hacer una serie que a mi me gustaría ver. Pensar en el público como una extensión de mí mismo: qué series me gustaría ver que sucedan en mi país, en la ciudad en la que vivo, y que reflexionen sobre la generación a la que pertenezco. Eso para mí era importante y casi que una pregunta que me hacía todos los días. También tratar de hacer comedia, hacer comedia que a mí me haría reír. Que no vive en el remate y en el gag, sino que vive en la situación, y cómo una situación muy realista a ojos del espectador puede resultar humorística.
P. ¿La película está inspirada en un caso concreto o en investigación sobre cómo pasan los procesos de divorcio en México?
R. No, no habla de un caso en particular. Una de las cuestiones que queríamos reflexionar es ¿qué significa, más allá del matrimonio, crear una familia? ¿Dónde está la libertad que tenemos de definir cómo queremos que nuestra familia funcione? Porque claramente los modelos impuestos no terminan de funcionar para muchos y para muchas. Entonces había una constante pregunta: ¿en qué momento invitamos al Estado a jugar acá? ¿En qué momento institucionalizamos algo tan puro como el amor?
P. En un país como México, que tiene un modelo de familia tradicional, se dice que esta está en crisis. ¿Cuál es el mensaje de la serie ante la supuesta crisis?
R. Pues sí, que nos corresponde rediseñar ese concepto, para que atienda las necesidades de nuestras relaciones hoy. Cada quien debería hacer ese ejercicio antes de embarcarse en el viaje de crear la suya, la suya propia. Creo que eso es indispensable, es el acto de responsabilidad que merece la creación de una familia, cuestionarte cómo va a funcionar y cómo vas a estar presente, siempre presente. Porque esa es, para mí, la regla número uno: yo no tendría una familia si no quisiera estar siempre presente. Por eso digo que son las relaciones fundamentales, porque son las que se van con la vida misma. Hasta que tenga a mi padre, será mi padre. Hasta que mis hijos me tengan, yo seré su padre. Y comparto esa responsabilidad con su madre, y la voy a compartir siempre. Entonces cuando tomamos esas decisiones, creo que es justo decirnos: ¿Por qué no nos replanteamos los modelos para estar seguro que atiendan a nuestras necesidades como familia?
Tráiler de la serie ‘Todo va a estar bien’.FOTO | VIDEO: NETFLIX
P. El personaje de Ruy es muy complejo: un ‘macho-progre’ con su propio escándalo de acoso sexual, que uno quiere odiar, pero también anda un poco perdido y da lástima.
R. Sí, yo creo que esa es justo la reflexión con ese personaje, pero además con todos los personajes. Todos son imperfectos. Es imposible representar con verdad un personaje si no tienen estas contradicciones. Para mí lo que redime al personaje de Ruy son las ganas que tiene de cambiar. Aunque ese proceso lleva un tiempo de replantearse las cosas, de cuestionarse profundamente sus acciones, de dónde vienen ciertos comportamientos que hemos normalizado. Cambiar da mucho miedo. Proponerse un cambio a veces da mucho miedo porque el proceso de introspección puede llegar a ser muy doloroso, y muy revelador. Pero es indispensable que lo hagamos si queremos replantearnos las cosas. Y si queremos tener relaciones más sanas y más justas en todo sentido, y más horizontales. Tenemos que cuestionarnos las cosas. El tema del machismo y de una estructura patriarcal evidentemente está en todos lados, y reflexionamos de eso de forma muy íntima, que es el viaje de este personaje que ni siquiera lo ve venir y no lo termina de entender.
Para mí es bien importante no poner un sello moral encima de nuestros personajes. Eso se acostumbra mucho, que el protagonista y la protagonista tienen que ser intachables. Y tú dices ‘¿pues será muy real tu historia? Porque entonces no se parecerá a la del público que te está mirando’. Justo al revés, hablemos de esas contradicciones y de esos dilemas en los que entramos, y de la posibilidad que tenemos de transformarnos. Eso es lo único que nos redime, que nos puede redimir.
P. ¿Por qué el título es Todo va a estar bien? ¿La idea era decirle al público que si la familia nuclear se está cayendo como modelo, ‘tranquilos porque todo va a estar bien’?
R. Pues sí, porque le vamos a terminar dando la vuelta, porque necesitamos poder amarnos, porque necesitamos poder conectar con el otro, porque vamos a seguir construyendo familias. Porque no hay un amor más puro y más brutalmente total que el amor que uno puede sentir por un hijo o una hija. Y no lo vamos a dejar de sentir. Le vamos a dar la vuelta. Le estamos dando la vuelta. Y está resultando doloroso, y está resultando aleccionador. Pero de esto solo puede nacer algo hermoso, creo yo, si lo hacemos con convicción. Entonces sí, al final todo va a estar bien. Porque vamos a seguir aquí, y nos vamos a terminar entendiendo. No hay conflicto que no sea solucionable si hay, en los dos polos, la necesidad de de coexistir. Vamos a seguir coexistiendo. Punto. Entonces mientras eso sea viable, hay esperanza.
Y luego, bueno, llega el título en un momento donde yo he oído ‘todo va a estar bien’ más veces en este último año y medio que en el resto de mi vida. Ante la incertidumbre nace este deseo de recordarnos que sin querer, todo va a estar bien, que eventualmente encontraremos la calma. Tocaremos piso, estaremos otra vez sintiendo que ahí estamos.
P. ¿Cómo fue dirigir esta serie en medio de la pandemia?
R. Para mí dirigir es quizás lo que hoy más disfruto, pero no lo puedo hacer a menos de que de verdad me enfoque al 100%. No lo puedo hacer mientras hago otra cosa. Actuar y dirigir para mí se contradicen, porque son distintas partes de mi cerebro las que trabajan. Lo que la pandemia me trajo fue la capacidad de enfocarme. De repente toda mi vida se paró, de repente mi industria se detuvo, de repente nos confinamos y entendimos el valor de quedarnos en casa. Se volvió un tiempo que fue una oportunidad para mí para terminar de ejecutar esto.
Y hablé con el equipo y les dije ‘pues yo creo que este es el momento idóneo, a pesar de que parece que todo está en nuestra contra’. Fue muy interesante. Se puede hacer sin poner en riesgo a nadie y lo vamos a lograr. Lo vamos a lograr porque nuestra industria está detenida y porque el equipo llevaba meses sin trabajar, ni en esto ni en nada, y empezaba a ser muy preocupante la realidad de todas y de todos. Cada quien desde su perspectiva empezaba a sentir esta incapacidad de hacer lo que te gusta, y que le da sentido a tu desarrollo profesional y a tus ganas de contar.
A gran escala creo que esta pandemia lo que nos hizo es estar un poquito más conscientes del otro, entendernos en relación a los demás. Creo que nunca como equipo habíamos estado tan conscientes de las responsabilidades de los otros. Ni habíamos entendido la enorme capacidad que tenemos de hacer bien nuestro trabajo y además ayudar al otro a realizarlo de la mejor manera. Nos hizo replantearnos cuáles eran las posiciones fundamentales en un set. ¿Qué sí necesitamos? ¿Qué es esencial? ¿Qué veníamos cargando que no era necesario? Nos hizo replantearnos la metodología de trabajo y cuidarnos unos a los otros, porque teníamos que llegar al final sin que hubieran casos de covid que nos hicieran detenernos.
P. ¿La vida personal del equipo también está reflejada en esta serie?
R. Sí, pero no más que en otras ocasiones, siempre es así nuestro proceso. Cuando cuentas una historia es imposible no verla y no entenderla en relación a la tuya propia. Cuando yo trabajo siempre busco eso y lo busco con el equipo también, para mí es importantísimo. Es el momento en el que te apropias de la historia, el momento en el que tu punto de vista es importante y hace que tu trabajo solo lo puedas hacer tú. Entonces es indispensable. No hay una sola persona que se hubiera parado en ese set que no tuviera una historia de amor que contar.
P. O historias de divorcio…
R. Es que esas también son historias de amor.
Fuente: www.elpais.com
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