Marketing

Dejar de medir tu valor por lo que producís

Durante mucho tiempo nos enseñaron —sin decirlo de forma explícita— que valemos por lo que hacemos. Por lo que logramos, por lo que rendimos, por lo ocupadas que estamos. Y así, casi sin darnos cuenta, empezamos a confundir productividad con valor personal.

Si hiciste mucho, valés.
Si resolviste todo, valés.
Si estuviste ocupada, cansada, respondiendo, llegando, cumpliendo… entonces merecés reconocimiento.

¿Y qué pasa los días en que no podés con todo?
¿Qué pasa cuando el cuerpo pide pausa, cuando la mente está saturada, cuando simplemente necesitás frenar?

Ahí aparece la culpa. La sensación de estar fallando. De no ser suficiente.

Medir tu valor por lo que producís es una exigencia constante que nunca se satisface del todo. Porque siempre hay algo más para hacer, algo pendiente, algo que podrías haber hecho mejor. Es una carrera sin meta clara, donde el descanso parece un premio que hay que ganarse.

Pero vos no sos una máquina.
No sos una lista de tareas.
No sos tu rendimiento.

Sos una persona. Con emociones, con límites, con días buenos y días difíciles. Y tu valor no disminuye cuando descansás, cuando dudás, cuando no llegás a todo. Tu valor no se apaga en los momentos de pausa.

Descansar no es fracasar.
Parar no es rendirse.
Bajar el ritmo no es retroceder.

A veces, lo más valiente que podés hacer es no exigirte producir cuando lo que necesitás es sostenerte. Escucharte. Cuidarte. Permitirte ser sin demostrar nada.

Dejar de medir tu valor por lo que producís implica un cambio profundo. Significa empezar a reconocerte por lo que sos, no solo por lo que hacés. Por tu sensibilidad, tu presencia, tu forma de sentir, de acompañar, de resistir incluso en silencio.

Significa entender que tu existencia ya tiene valor, aun cuando no estés siendo “útil” para nadie más. Que no tenés que justificar tu descanso ni explicar tus pausas.

Cuando soltás la idea de que tenés que producir para valer, algo se afloja adentro. Aparece un poco más de calma. Un poco más de compasión propia. Un permiso interno para vivir con menos presión y más verdad.

Y tal vez ahí empieces a descubrir algo importante:
Que valés incluso cuando no estás haciendo nada extraordinario.
Que valés simplemente por estar, por sentir, por ser.