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Cómo evitar criar hijos “adictos” a las redes sociales: 6 consejos

Una reflexión del psicólogo Alejandro Schujman sobre el documental El dilema de las redes sociales, de Netflix.

“Me fui 10 días a la Quebrada de Humahuaca a un hotel sin wifi a desintoxicarme. Los primeros tres días fueron tremendos, después me acostumbré. Ahora, en la vuelta, lo difícil es no volver a lo mismo.”

Confesiones de una muchachita de 22 años en una charla para jóvenes. No se iba a desintoxicar de ninguna sustancia, ella lo decía claro. Iba a buscar un «entorno controlado» para moderar la adicción a las redes sociales.

En el documental de Netflix «El dilema de las redes sociales», se plantea claramente la manera en que las grandes corporaciones como Google, Instagram, Twitter, Snap Chat, Tik Tok y Facebook a la cabeza gestionan todas las herramientas del campo de la psicología y las ciencias para direccionar, manipular y condicionar las conductas y las vidas de los usuarios.

Una de las frases fuertes del documental: «Sólo dos negocios llaman usuarios a sus clientes, el narcotráfico y las redes sociales». Las pantallas generan adicción, y esto no es nuevo.

Las empresas toman patrones de la psicología (individual y de masas) para ahondar en los tres elementos que se generan con el uso de las aplicaciones: compulsión, abstinencia y tolerancia. Esto aplica a la patología adictiva y aplica también al uso de las apps.

1- Compulsión: la urgencia que se genera cuando la necesidad de satisfacción inmediata aparece.

2- Abstinencia: El malestar psicofísico frente a la imposibilidad de dar respuesta a la compulsión.

3- Tolerancia: el fenómeno que se genera, por el cual es preciso y necesario cada vez más (sea cual fuere el objeto adictivo) de la sustancia o actividad para lograr un equilibrio pasajero.

Estos fenómenos o indicadores podemos verlos tanto en sujetos que son dependientes al uso de cualquier sustancia psicoactiva (drogas) o a los usuarios de redes sociales.

Las y los adolescentes pasan gran parte del día conectados. Foto Shutterstock

Las y los adolescentes pasan gran parte del día conectados. Foto Shutterstock

«Papá, no hay wifi en esta confitería, vamos rápido a casa, ¡¡no tengo datos!!». El grito desesperado, y doy fe que con angustia, de un jovencito a su padre hace tiempo atrás en una confitería de pueblo que (como pensarlo) ¡no tenía wifi!

Las redes sociales no son entes pasivos que esperan ser utilizados. A través de las notificaciones, las etiquetas, sugerencias y demás instrumentos entran sin pedir permiso en mentes y en lo cotidiano de los miles de millones de usuarios.

En el documental, Tristan Harris, ex director de Ética de Google, explica muy claramente la intencionalidad de las redes sociales. Dice que una bicicleta es simplemente una herramienta que está allí dispuesta a ser utilizada para su objetivo, trasladar a quien la use, o la práctica deportiva. Es un objeto, no interactúa, es pasivo al uso que reciba.

Las redes sociales no son ingenuas y la paradoja es que cuando nosotros creemos que hacemos con ellas lo que elegimos, son las corporaciones las que nos llevan a creer que somos protagonistas, y en realidad estamos siendo direccionados. «Si no pagás el producto, entonces el producto eres tú», es una de las sentencias que nos deja este documental.

Se apoyan entre otras cosas en la necesidad de los seres humanos de recibir estímulos de aprobación de los otros, refuerzos positivos a nuestro ego que llegan en forma de likes, corazones y emojis permanentemente.

Se construye así una autoestima virtual que se apoya en la cantidad de seguidores, repost, retweets y demás herramientas de las corporaciones. Se activa el circuito de estímulo:recompensa, dopamina al infinito y más allá.

Hasta aquí la mala noticia. Somos objetos de las redes sociales. Corremos el riesgo de dejar nuestra individualidad en manos de los ingenieros de las corporaciones y transformarnos en un algoritmo.

¿La buena noticia? Podemos desarrollar una mirada crítica y hacer un uso saludable de las redes y sobretodo: educar a nuestros hijos para tal fin. Podemos hacerlo, debemos hacerlo, es preciso, es urgente.Play VideoAlejandro Schujman. Video: los niños y el uso de la tecnología

La tecnología y la pasión se educan

«¿Y que querés que haga? Los chicos nacen con una pantalla bajo el brazo.”

“Mirá, todavía no habla y ya pone solito videos en YouTube»

«Decile que te enseñe a manejar las apps, miralo con la tablet qué manejo que tiene, tan chiquita, mi amor»

 Frases como esta se escuchan boca de padres y madres en los últimos años. Y la reflexión, afortunadamente, es que los bebés no nacen con tecnología incorporada. Ser nativos digitales no implica el acceso precoz.

Y agrego, digo contundentemente: tenemos los adultos de estas generaciones un enorme desafío, el de educar a nuestros hijos en el uso saludable de las redes sociales.

El todos van, el todos lo hacen es la sumatoria de los miles de millones de padres y madres que ponen en las manitas del bebe un teléfono celular antes que pueda y sepa caminar.

Porque todos lo hacen, porque todos lo tienen y porque es una «buena manera» de que el niño se calme y ellos puedan estar en paz.

Trece años después, la consulta N° 1 de padres de adolescentes: «¿Cómo regulo la tecnología en mis hijos? Están hasta las 5 am con las pantallas». La respuesta, en sus manos, no en la de los hijos, sino en la de los adultos que le dieron la primer dosis de tecnología cuando estaban lejos de «necesitarla».

La creatividad, la imaginación, la capacidad de jugar de los más pequeños se va limitando por la precoz entrada al mundo de la tecnología y de esto no podemos hacer responsables ni a Google, ni a Instagram ni a ninguna gran corporación.

Los monitores encendidos aplacan los impulsos vitales de los pequeños. Los niños tienen acceso solo a aquello que los adultos les proveen.

El acceso a la tecnología se produce cada vez a más temprana edad. Foto Shutterstock/imagen ilustrativa.

El acceso a la tecnología se produce cada vez a más temprana edad. Foto Shutterstock/imagen ilustrativa.

Entonces, cuanto antes salgan de la trampa, más chances de un uso saludable de la tecnología y de alejarse del «algoritmo tan temido». La mirada crítica nos va permitir diferenciar:

✔El deseo genuino de la necesidad inducida.

✔El disfrute verdadero de la anestesia virtual como parche a la soledad.

Las pantallas son un refugio por excelencia para evitar el sufrimiento que produce la soledad (enorme desafío de la post modernidad).

La mirada crítica es la diferencia entre ser un algoritmo, ser zombis cazando pokemones en los tiempos de hiperconectividad o ser hombres y mujeres que eligen y sostienen su singularidad.

A continuación, consejos para padres y madres.

1-Educar con el ejemplo

Una vez más lo digo, los hijos no nos oyen todo el tiempo (damos discursos largos y aburridos), pero no dejan de mirarnos. A nuestros hijos les hace BIEN la consistencia entre nuestros decires y haceres. Y con el propio uso de la tecnología debemos educar desde ese lugar.

Si un hijo nos habla, lo miramos a los ojos y dejamos cualquier pantalla que tengamos en nuestras manos. Los espacios de diálogo padres-hijos son SAGRADOS y fuente de la CONFIANZA, puntal esencial de la relación.

2-Educar la pasión

 Si logramos inculcar desde que son pequeños el entusiasmo por proyectos personales y lograr que se apasionen, este será un antídoto fantástico para el uso indiscriminado de redes sociales.

3 –Acompañar desde el control parental

Los contenidos que naveguen sobre todo los más pequeños. El filtro de los adultos debe estar presente en el uso de las redes en los hijos, sino están preparados para adentrarse en las aguas de una u otra app entonces será cuestión de esperar, pero los riesgos de las distintas redes sociales deben estar contemplados desde la familia.

4-Gestionar momentos de monitores apagados y miradas encendidas

Generar encuentros sin pantallas, mirarlos a los ojos y priorizar momentos de compartir, de hablar, de jugar, de reír. «En la cena no hay celulares» y demás reglas saludables esenciales, que no se pierdan, o que sean rescatadas en aquellos casos que se han perdido.

5-No apurar los tiempos de entrada en las redes sociales

Hay que salir de la trampa del «todos lo hacen», «todos lo tienen». Cada cosa a su debido tiempo, decía la tía, ¡y cuánta razón que tenía!

Celulares, apps diversas y demás cuestiones relacionadas con la tecnología que sean cuando el sentido común, buen criterio y tiempos lógicos de desarrollo lo ameriten y no cuando «todos lo hacen» y cesión por cansancio a los reclamos de los pequeños. Somos responsables de la crianza de nuestros hijos.

6- Educar los hábitos de lectura, prácticas deportivas, artísticas

Todo aquello que encierre la pasión sin monitores o con ellos como trampolín al mundo real. Las redes sociales son un instrumento maravilloso si son bien utilizadas.

Cuando estamos en aguas de mar y la corriente nos lleva tenemos que tener una destreza particular para no adentrarnos en direcciones que no elegimos y por lo contrario nadar y disfrutar del momento. Es un esfuerzo en primera instancia, pero una vez adquirida la capacidad todo fluye tomando los recaudos precisos.

Lo mismo aplica a las redes sociales, ambas son habilidades que se entrenan y desarrollan.

Con cualquier proceso adictivo el objeto de la adicción viene a ocupar un espacio vacío. Un muchachito que años atrás tenía serios problemas con el consumo de cannabis, hoy después de mucho trabajo interno es portador de ojos brillantes, tiene proyectos por delante, carrera universitaria y disfrutando del amor, me dice: «Ale, ni se me ocurre ahora prender un porro. No lo preciso, no tiene sentido, mi vida es súper linda como para meterle mierda».

 Lo mismo aplica al vínculo con monitores, en los adolescentes que están desarrollando su personalidad y construyendo su mundo ocupan un lugar que facilita la resolución ilusoria de los conflictos de esos años.

Digo, es más fácil decir por las redes que en cara a cara, eluden de esta manera los compromisos de la vida adulta, generan un efecto Truman Show, donde todo es acolchonado.

Entonces, afirmo que educar la pasión es el mejor antídoto para resolver el dilema de educar a nuestros hijos en las redes sociales.

Los proyectos de vida y los ojos brillantes son la mejor manera de combatir a los algoritmos, y ser protagonistas de nuestra historia, nosotros, y nuestros hijos.

Así de sencillo, así de complejo, difícil pero no imposible.

Fuente: lanacion.com