Mucho se ha hablado ya sobre la piel y los tratamientos existentes para ayudar a prevenir el envejecimiento cutáneo. Lo cierto es que, cuando se aborda esta problemática, se debe tener en cuenta que los primeros signos de envejecimiento son provocados tanto por factores intrínsecos (como la propia etnia, las hormonas y la genética) como por factores extrínsecos o externos.
«El dermatólogo puede actuar sobre esto últimos y recomendar un cuidado progresivo y sostenido de la piel. La piel está expuesta a múltiples factores que generan estrés oxidativo. Durante el año estos factores varían, sobre todo según la estación. Por este motivo, los tratamientos o rutinas que se sigan para cuidar la piel, deberán variar según la época del año», explica la médica dermatóloga Nélida Raimondo, miembro titular de la Sociedad Argentina de Dermatología y presidente de SOLAPSO (Sociedad Argentina de Psoriasis).
A continuación, Raimondo enumera una serie de consejos para adecuar el cuidado de la piel según cada estación del año:
Verano
En el verano predomina el calor y la exposición al sol, por ello, nunca está de más advertir sobre los daños producidos por estos factores y la importancia de usar protector solar en todo momento, sobre todo porque uno se encuentra expuesto gran parte del día al efecto dañino de las radiaciones ultravioletas.
Durante estos meses, se debe emplear un factor de protección solar alto, superior a 30, que provea tanto protección UVB como UVA y que, en lo posible, incluya un adherente. Y si la exposición es prolongada, además de aplicar protector cada dos o tres horas, es conveniente el uso de lentes de sol y sombreros de ala ancha que protejan no solo el rostro, sino también cuello y orejas, siendo estas últimas, las zonas que más frecuentemente sufren lesiones por daño solar.
A su vez, se debe tener en cuenta que el calor favorece la pérdida de agua transepidérmica y a la consiguiente deshidratación cutánea que se manifiesta por piel. Es recomendable por ello, el uso de cremas hidratantes más de una vez por día, especialmente luego de haber estado expuesto al sol durante un período de tiempo prolongado.
Teniendo en cuenta que la piel se hidrata y se nutre «desde adentro hacia afuera», es conveniente mantener la rutina de tomar abundante cantidad de líquidos (de dos a tres litros diarios, de agua, jugos o caldos) e incorporar a la alimentación productos que contengan nutracéuticos, es decir, alimentos cuyos componentes ejercen una acción benéfica sobre la salud y que pueden incorporarse mediante suplementos dietarios.
Para esta época del año, los convenientes son los ácidos grasos omega 3 (en pescados, mariscos, frutos secos, etc.), que ayudan a restaurar la barrera cutánea y las vitaminas C (en cítricos, frutillas, kiwis, entre otros) y E (en frutos secos, semillas, aceites, pimentón, etc.) que actúan como antioxidantes que reducen la formación de radicales libres y ayudan a combatir la oxidación como factor de envejecimiento.
Otoño
El otoño puede definirse como una estación ¨bisagra¨ ya que actúa como transición hacia el invierno, sin presentar cambios climáticos relevantes. La mayor diferencia con respecto al verano es la disminución de la temperatura y la intensidad del sol. Por ello, el FPS requerido durante estos meses puede ser inferior y no requiere de renovación frecuente.
También se pueden utilizar productos que ayuden a reparar la barrera cutánea dañada durante el verano. Se destacan los aceites de ducha a la hora del baño y las cremas emolientes acordes a la edad y al tipo de piel.
La diferencia con el verano es la disminución de la temperatura y la intensidad solar.
Siempre se debe complementar la dieta con nutracéuticos obtenidos a partir de la alimentación o suplementos dietarios. Es recomendable la utilización de aquellos que ayuden a mejorar la respuesta inmune, como por ejemplo vitamina C, vitamina E y zinc (en ostras, carnes, germen de trigo, cacao, etc.), teniendo en cuenta el mayor índice de alergias y cuadros respiratorios que se presentan durante estos cambios de estación.
Invierno
El invierno es la estación más fría del año y la de mayor cantidad de lluvias y viento. Durante esta época, la piel se encuentra expuesta a bruscos cambios de temperatura ya que uno oscila entre temperaturas frías del exterior y los ambientes interiores calefaccionados. Por ello, predomina la piel seca e hiper-reactiva.
El viento frío genera sequedad principalmente en ojos, piel y boca por lo cual se recomienda el uso de cremas humectantes durante el día, lágrimas artificiales para quien las requiera y productos para la hidratación de labios. El uso de protectores es conveniente para las personas con antecedentes de cáncer de piel o enfermedades fotosensibles.
Durante el invierno, la piel se expone a bruscos cambios de temperatura.
Es muy común en esta época la consulta por enrojecimiento facial, que se exacerba por la exposición al aire muy calefaccionado. En estos casos se indican descongestivos faciales a base de manzanilla o hammamelis.
Por último, se recomiendan la ingesta de nutracéuticos que contienen omega-3 para reparar la capa lipídica de la barrera cutánea y antioxidantes como la isoflavona de soja, vitamina C y vitamina E que ayudan a mantener la piel humectada y saludable.
Primavera
En primavera son mucho más frecuentes los casos de alergias, en especial los estados reactivos como dermatitis atópica y eczematides. La mayoría de las consultas se producen por la aparición de pruritos intensos o irritación facial debido a la acción de los factores alergizantes del polen.
En ésta época se debe volver a aplicar un protector solar alto ya que la radiación ultravioleta comienza a ser más perjudicial. La hidratación y humectación de la piel debe ser continua. También, se deben aplicar reparadores de la barrera cutánea ya que si ésta se encuentra sana, evita el ingreso de sustancias alergénicas que puedan generar patologías alérgicas.
En esta temporada, también se debe complementar el cuidado de la piel con la incorporación de nutrientes a la dieta que activen el sistema inmune y eviten la formación de radicales libres y productos oxidativos como las Vitaminas C y E, el ácido fólico (presente en vegetales verdes y legumbres) y el licopeno (presente en la frutas y verduras de color rojo), entre otros.
En síntesis, a lo largo del año el cuidado de la piel debe basarse en la protección solar, la hidratación y humectación y, complementarse con la incorporación de los mencionados nutracéuticos, que previenen el daño celular y con ello ayudan a prevenir el envejecimiento precoz de la piel.
Asesoró: Dra. Nélida Raimondo (MN 50918), miembro titular de la Sociedad Argentina de Dermatología.
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