Si eres de las que ves siempre el vaso medio vacío, tal vez has llegado a la conclusión de que no puedes seguir por ese camino. Toca lanzar mensajes positivos, cambiar el discurso que nos damos a nosotros mismos, optando por descartar los pensamientos más negativos y viendo la otra cara de la moneda. “El diálogo interno es una manera que tiene el cerebro para interpretar y procesar la información y experiencias diarias. Si el diálogo interno se enfoca solo en los pensamientos o emociones más negativas, podemos caer en efectos de profecía autocumplida. Por ejemplo, si pienso que no podré aprobar un examen, no planificaré ni estudiaré lo suficiente («Porque total, ¿para qué?»), y cuando inevitablemente suspenda, mi creencia se verá reforzada («Ves, lo sabía, no podía»), con las consecuencias emocionales que ello conlleva”, nos cuenta Andrés Córdoba Álvarez de Eulate, psicólogo de Mente Sana de Sanitas.
Fuera pensamientos en negativo
La clave está, entonces, en redirigir el mensaje que nos damos a nosotros mismos, y que en ocasiones nos hace entrar en un bucle que no nos lleva a ninguna parte. ¿Cómo podemos conseguir descartar esos pensamientos negativos? “Los pensamientos automáticos negativos forman parte de las emociones y tienen una función, y por tanto, es poco probable que los descartemos del todo. Lo que sí es recomendable es cuestionar este tipo de pensamientos, habitualmente sesgados por la emoción, que estemos experimentando y trabajar con ellos para cambiarlos por otros alternativos más realistas”, nos comenta el experto. El objetivo es, por lo tanto, cuestionarnos esos pensamientos, hacernos preguntas sobre ellos.
Darle la vuelta al discurso
Por eso, la clave está en pensar en positivo. ¿Qué podemos ganar haciéndolo? “Sin caer en lo que algunos autores llaman ‘la tiranía de la felicidad’, o intentar verlo todo de color de rosa, cuestionar este tipo de pensamientos negativos nos permitirá encontrar alternativas más realistas, y cambiar algunos pensamientos por otros más positivos, desarrollando un optimismo realista”, nos comenta el psicólogo, haciendo mención a la importancia que tiene darle la vuelta al discurso, optando, volviendo al principio, por no ver siempre el vaso medio vacío.
Un cambio que cuesta llevar a cabo
Sabemos que es una labor que no siempre es sencilla de conseguir. ¿Qué podemos hacer cuando todo se tuerce y cuesta pensar en positivo? “Aunque depende mucho de la situación y el contexto que estemos viviendo, sería recomendable tomarnos un tiempo para nosotros, pensar en qué necesitamos para sentirnos un poco mejor y comenzar a cuestionar este tipo de pensamientos para buscar alternativas más realistas que ayuden a cambiar nuestro diálogo interno. Si nos encontramos con muchas dificultades y no nos vemos capaces, es recomendable que nos apoyemos en nuestras relaciones más cercanas y si lo necesitamos, pedir ayuda profesional”, sugiere el especialista.
Buscando motivación
¿Pueden ser nuestros pensamientos una buena fuente de motivación? En opinión del experto, “los pensamientos siempre van a formar parte de nuestra motivación. Sería muy difícil encontrar motivación en lo que hacemos si lo que más prevalecen son los pensamientos negativos. De ahí la importancia de cuestionarlos, y cambiarlos por otros pensamientos más realistas y más positivos”. Es un trabajo que tenemos que hacer, pero que, una vez conseguido, veremos que merece la pena, pues nos ayudará a afrontar con mejor talante muchas situaciones cotidianas a las que tenemos que enfrentarnos a lo largo de nuestra vida.
Así debes cambiar tu discurso
Le pedimos al experto que nos ayude a dar un giro a frases concretas que nos repetimos en ocasiones, para ver qué deberíamos decirnos en lugar del mensaje que solemos repetirnos:
–“Soy un desastre”: ¿De verdad soy un desastre? ¿Siempre? ¿En todos los ámbitos de mi vida y en todo momento? ¿O he cometido un error del que puedo aprender para hacerlo mejor la próxima vez? Una alternativa es pensar que somos humanos.
-“Es imposible que lo consiga”: ¿De verdad es absolutamente imposible? ¿Qué evidencia tengo para ello? Piensa en todas las cosas que has conseguido a pesar de que pensaste que eran difíciles o imposibles.
– “No puedo”: ¿Estoy absolutamente seguro de que no puedo? ¿No puedo hacer absolutamente nada? ¿Cuántas veces he pensado que no podía con algo y al final pude?
– “No valgo lo suficiente”: ¿No valgo lo suficiente para qué exactamente? ¿Para quién? ¿No valgo lo suficiente para nada? ¿Tengo la certeza y evidencia de que eso es así?
– “¿Por qué me pasa todo a mí?”: Es normal que sienta frustración, tristeza o rabia por lo que me ha ocurrido, pero, ¿De verdad me sucede todo a mí? ¿Me sucede absolutamente todo lo malo a mí? ¿Puedo hacer algo al respecto?
-“Nada me sale bien”: ¿De verdad nada me sale bien? ¿Nunca? ¿En ningún ámbito de mi vida? Piensa en cosas que hayas hecho que te hayan gustado, que se te den bien y de las que estés orgulloso tú o tus relaciones más cercanas.
Fuente/ repost: hola.com
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