Así se identifican los síntomas de una de las patologías que más ha crecido en los últimos tiempos y que puede afectar a la alimentación del deportista de manera severa.
La lactosa es el azúcar de la leche, un disacárido de glucosa y galactosa. La intolerancia a la lactosa se produce cuando el organismo deja de producir lactasa, la enzima que digiere la lactosa en el intestino delgado; y este azúcar de la leche no se puede asimilar, provocando síntomas digestivos variados. En las sociedades que no consumen productos lácteos en su dieta adulta tradicional (como esquimales, árabes, orientales, etc.), la producción de lactasa es normal al nacer cuando se alimentan con leche materna y va disminuyendo hasta un 90 % menos aproximadamente hasta los 4 años. Las sociedades occidentales como la nuestra son sociedades ‘lácteas’, tienen una mutación en un gen que permite que se mantenga la producción de lactasa activa durante toda la vida, por lo que pueden consumir leche fresca y otros lácteos sin problemas generalmente.
La lactosa también se encuentra en algunos alimentos y medicamentos y es importante leer las etiquetas para comprobar que el producto está libre de este azúcar.
¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS?
Si no se digiere la lactosa, esta se acumula en el intestino y es descompuesta por las bacterias intestinales provocando síntomas que afectan al tracto gastrointestinal. Las molestias más habituales son gases, malas digestiones, ruidos intestinales, heces malolientes, hinchazón abdominal, vómitos, dolor tipo cólico, etc. También pueden aparecer síntomas no digestivos como cansancio, dolor articular, problemas de piel, dolor de cabeza, insomnio, nerviosismo, etc. Lo que está claro es que los síntomas aparecen después de tomar leche y otros lácteos como quesos, yogures, o alimentos como bechamel, tartas, batidos, helados, etc.
¿ES PARA TODA LA VIDA?
Hay personas que tienen un déficit de lactosa permanente y otras no, a veces una intoxicación alimentaria, un tratamiento con medicamentos como antibióticos, o el estrés puede provocar un problema con la lactosa que remite al poco tiempo.
¿CÓMO SE DIAGNOSTICA?
Se estima que en España un 15% de la población es intolerante a la lactosa, pero como se ha puesto de moda, algunos estudios más comerciales dicen que hay muchos más, por eso muchas personas piensan que tienen intolerancia a la lactosa y evitan tomar leche, pero es importante hacer un diagnóstico con un test médico de intolerancia a la lactosa (como el test de hidrógeno aspirado, el de sobrecarga de lactosa o un test genético) que determine si hay un déficit congénito o de nacimiento o un déficit secundario de baja tolerancia. Tampoco debe confundirse con la alergia a la leche, que no tiene nada que ver con la intolerancia a la lactosa. La alergia a la leche es una reacción a la proteína de la leche de vaca, no al azúcar lactosa, y es mucho más grave porque provoca una reacción del sistema inmunitario, con formación de anticuerpos como cualquier otra alergia.
¿SE DEBE EVITAR COMPLETAMENTE LA LECHE Y LÁCTEOS?
Aunque se haya diagnosticado una intolerancia a la lactosa, no hace falta renunciar completamente a los lácteos, pues son una importante fuente de calcio y vitaminas para el organismo. Dependiendo de la sensibilidad a la lactosa se puede tolerar una cantidad mínima al día, incluso se pueden comer alimentos como algunos quesos o yogures que han sufrido una transformación en su elaboración y tienen menos cantidad de lactosa, o está casi completamente digerida y apenas hay reacción. También existen leches y lácteos sin lactosa que se pueden encontrar fácilmente dada la gran demanda que existe últimamente.
¿QUÉ HACER EN CASO DE INTOLERANCIA A LA LECHE EN DEPORTISTAS?
Si hay una intolerancia a la lactosa real, mejor evitar los lácteos y derivados y tomar sustitutos sin lactosa y otros alimentos ricos en calcio. También es común en deportistas que la leche o lácteos les siente mal sólo cuanto los toman en el desayuno antes de una competición o entrenamiento intenso. Aunque sea un poco de leche con el café, tienen problemas intestinales después. En estos casos, lo mejor es evitar los lácteos durante las 24 horas anteriores a la competición para evitar complicaciones, aunque en la mayoría de los casos no hay una intolerancia real, o esta es mínima. Evitando los lácteos en los momentos más delicados, se pueden tomar en la dieta habitual del deportista y evitar carencias de calcio.
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