Diciembre tiene una energía particular. No solo marca el cierre de un calendario, también nos encuentra más sensibles, más cansadas y, muchas veces, más honestas con nosotras mismas. Es un mes donde bajan las defensas y las emociones aparecen con más claridad. En ese clima, las amistades se miran distinto: algunas se fortalecen y se sienten más cerca; otras, sin grandes escenas ni discusiones, empiezan a soltarse.
El cansancio acumulado del año, las agendas llenas y la necesidad de llegar a todo hacen que ya no tengamos la misma tolerancia para sostener vínculos que nos drenan. Diciembre actúa como un filtro natural y deja al descubierto quiénes estuvieron de verdad, quiénes acompañaron incluso en los momentos difíciles y quiénes solo aparecieron cuando les resultó cómodo. No se trata de reproches, sino de tomar conciencia.
Las amistades que se quedan no siempre son las más visibles ni las que están todos los días. Muchas veces son las que entienden tus silencios, las que no exigen explicaciones constantes y las que celebran tus logros sin compararse. A fin de año, esos vínculos se sienten como un refugio: un lugar seguro donde no hace falta demostrar nada.
También están las amistades que se caen, y eso suele doler más de lo que imaginamos. No siempre hay peleas ni palabras duras; a veces simplemente ya no hay la misma sintonía, los caminos se bifurcan y el vínculo se desgasta. Soltar una amistad puede generar tristeza, nostalgia o culpa, pero no todo lo que fue importante está destinado a acompañarnos toda la vida. Algunas personas cumplen un rol en una etapa y luego, de forma natural, siguen su camino.
El cierre del año invita a escucharte con más atención y a hacerte preguntas sinceras: ¿con quién te sentís en paz?, ¿qué vínculos te suman y cuáles te pesan?, ¿a quiénes querés llevar con vos al próximo año? Responderlas no es egoísmo, es una forma de autocuidado emocional.
No todas las despedidas necesitan palabras ni cierres formales. A veces, tomar distancia es la manera más sana de respetarte y de honrar lo que fue sin forzar lo que ya no es. Elegir con quién compartir tu tiempo, tu energía y tu confianza es una decisión válida, especialmente cuando estás cerrando un ciclo.
Diciembre no solo cierra un año. También nos recuerda que la calidad de nuestros vínculos importa más que la cantidad. Las amistades que permanecen son las que acompañan tu crecimiento, las que no te hacen sentir menos ni te piden que seas otra persona.
Y quizás, en medio de balances y brindis, ese sea uno de los aprendizajes más valiosos para empezar el próximo año con más calma y más amor propio.








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