Ya sea por costumbre, por vergüenza o por gusto, teñirse las canas es una costumbre que han adoptado muchas mujeres. Pero actualmente existe otra que está claramente en alza y que tiene que ver con dejar de hacerlo, para aceptar la coloración natural del pelo (o la falta de ella).
«Lo que sucede, conviene» reza el dicho popular y es quizás la manera de explicar lo que sucedió con el confinamiento, cuando las peluquerías estuvieron cerradas por meses y muchas nos encontramos frente a nuestro pelo y la decisión de cómo mantenerlo. Algunas lo cortamos, otras aprendimos a hacernos peinados (a fuerza de tutoriales) y hubo otras tantas que fuimos a comprar el kit para teñirnos nosotras mismas.
Pero hubo otras que también dijeron: ¿por qué no? y decidieron volver a su color natural que, en ocasiones, incluía destellos plateados. Es así como muchas descubrieron -y decidieron- dejarse las canas. Desde @sisoncanas (la cuenta de Instagram que acompaña a las mujeres que desean dejarse las canas) nos acercaron estos testimonios contando cómo vivieron esta experiencia.
Natalia Borgoglio 42 años – Magister en Marketing y Comunicación
«En marzo se cumplieron 2 años de la última vez que fui a la peluquería a teñirme el pelo. Pero recién en mayo, ya con crecimiento, tomé la decisión de no ir nunca más. Tengo canas desde los 19. En ese entonces lo disimulaba con reflejos, cada 3 meses estar varias horas en la peluquería destrozando mi pelo para seguir siendo rubia sin canas. Pero a los 30 ya mi pelo era absolutamente blanco. Ahí se puso difícil. Además, me hacía keratina y alisados para que mi pelo se viera sano y fuerte, aunque no lo estuviera. Cada 10 días iba a la peluquería a cubrir esas raíces y mi cuero cabelludo experimentó el más nocivo de los ataques, reaccionando con alergias espantosas: una hora antes de la tintura tenía que tomar un antialérgico, el colorista le ponía azúcar a la tintura para disminuir su efecto y luego me ponía 2 días unas gotitas que aliviaban algunos efectos. Cuando comencé esta transformación pensé que iba sentir alivio de no tener con ese ritual de belleza forzado, sin embargo, la transformación vino por otro lado. Hoy amo mi pelo blanco y me siento orgullosa de haber hecho este cambio. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
El proceso no fue fácil y sin embargo lo volvería a pasar una y mil veces. Mientras transcurría el tiempo y se transformaba mi color, yo veía lo que todo el mundo veía: la cabeza bicolor, el pelo blanco que crecía… eran canas… pero estaba convencida que estaba haciendo lo correcto. Y hoy puedo decir que todo valió la pena. Aprendí algo muy importante durante este proceso: nunca emitas una opinión a menos que te sea expresamente solicitada, no sabés lo que eso puede causarle a la otra persona. Y también aprendí que siempre hay que ser amable.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Esta transformación de afuera se ve en mi pelo, pero es muchísimo más profunda que eso.
Hoy, 2 años después, sigue siendo un desafío ir en contra de los prejuicios: a veces no quiero sentirme así, pero me afecta, a veces también quiero teñirme, a veces quiero cortarme, raparme y otras quiero dejarlo crecer«.
María Laura Pampin 40 años – Arquitecta
«Mis primeras canas aparecieron a mis 15 años. Primero las arrancaba o cortaba, después empecé a teñirlas. Yo las ODIABA, no es que no me gustaban y me daba bronca tenerlas desde tan chica. Sentía VERGÜENZA de que se me vieran. “Qué horror, canas”, y después de 20 años de ese ciclo de tintura, un mes antes de cumplir los 39, se me ocurrió dejar de teñirme. ¿Cómo cambié de idea? Por varias razones:
-Aunque me teñía muy seguido, siempre quedaba algún “brillo” que hacía que no me pudiera atar el pelo relajada (llevaba una sombra y un pincel en la cartera para retocar).
-Una reunión, o unas vacaciones, implicaban tintura en el último minuto para llegar “bien”.
-Hacía ya años que seguía el método curly girl, que habla de aceptar nuestro pelo COMO ES, y me empezó a hacer ruido, aceptar su forma, pero no su color.
-Siempre intento hacer más sustentables mis hábitos, y usar químicos dos veces por mes, no iba en esa sintonía.
-Me teñía cada 15 días y ya no me alcanzaba.
Y entonces me dí cuenta que aunque odiaba las canas, más odiaba la dependencia que a mí me generaba la tintura y las famosas “raíces”. La única manera de evitarlas era no teñirme más, y en ese preciso momento, empecé mi transición. No sabía qué color iba a tener, y al verme solo el brillo incipiente del contorno del rostro (mi parte más canosa) pensé que debía estar completamente blanca. Cuando comenzó a crecer, me encargué de comentarle mi decisión a todo el que me dijera algo del pelo, necesitaba sentar posición: al decirlo me reafirmaba.
Yo estaba dispuesta a BANCARME mi color, y me pasó algo que no esperaba, descubrí que no solo no estaba “mal” mi pelo natural, sino que me encantaba porque tiene muchos tonos diferentes y, como decimos nosotras, “me enamoré de mis colores”. Lucir las canas quizás no es para todas y siempre es súper válido elegir otra opción, pero sin dudas es para todas las que tengamos ganas».
Vía: parati.com / Florencia Bocalandro
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