Las enfermedades mentales están presentes en las series más vistas, las películas más taquilleras y los testimonios que más nos impresionan de nuestros actores y cantantes favoritos. Tras las declaraciones de Pablo Alborán con las que pensábamos que por fin estábamos normalizando las enfermedades mentales, llega el comentario del diputado Carmelo Romero a Íñigo Errejón: «¡Vete al médico!» su intervención sobre salud mental en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.
Hay enfermedades que continúan siendo un tabú y casi todas las mentales forman parte de ese complicado listado. Pero si bien es cierto que a nivel personal nos resistimos a reconocer en público que vamos a terapia tanto como Tony Soprano, algo está empezando a cambiar en nuestra sensibilidad hacia la salud mental y este cambio tiene su reflejo en las series, películas y testimonios que más nos enganchan.
Por enumerar el listado más reciente, el éxito arrollador del Joker más realista y enfermo de Joaquin Phoenix; la fascinación veraniega que hemos vivido con el personaje de Zendaya en Euphoria (una adolescente con trastorno bipolar) o los maratones que convirtieron a Por 13 razones en uno de los mejores estrenos de Netflix tienen un rasgo en común: sus protagonistas llegan a las pantallas con un diagnóstico psiquiátrico bajo el brazo.
“Existe mucho desconocimiento sobre la enfermedad mental y, al mismo tiempo, mucha curiosidad y mitos – reconoce la psicóloga Mercedes Bermejo, coordinadora de la Sección de Psicología Clínica, de la Salud y Psicoterapia del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid-. Pero este es un tema delicado, porque mientras por una parte hacer visible la enfermedad mental siempre ayuda a normalizarla (y eso es positivo); al mismo tiempo, viendo esos personajes y sus conductas, nos podemos acostumbrar a catalogar a cualquier persona con reacciones o conductas parecidas como bipolar, deprimida, etc, olvidándonos de que los verdaderos síntomas de un trastorno no tienen porqué ajustarse a una ficción”.
El riesgo de la ficción
En la vida real recibir un diagnóstico de cualquier enfermedad mental supone un esfuerzo tanto para el enfermo como para el profesional que intenta dar con la tecla adecuada. Pero en la ficción este proceso parece muy sencillo, quizá demasiado, casi tanto como los perfiles que se exhiben en muchas series de estos trastornos: si alguien es muy listo y con poca capacidad para relacionarse, es un Asperger; si le gusta colocar las cosas, será que tiene un TOC; si está tres episodios llorando y sin lavarse el pelo, sufre depresión… A pesar del esfuerzo de asesoramiento que realizan algunos guionistas para retratar estas dolencias de manera verosímil e intentar no reducir al personaje a una simple etiqueta (ahí está la Carrie de Homeland para demostrarlo), a veces la trivialización y la simplificación siguen presentes y hacen más mal que bien.
“Hay muchísima variedad de perfiles y de enfermedades mentales, clasificadas en el DSM-V. El gran problema es que, al final, en este tipo de narrativas se reduce todo a un diagnóstico, una etiqueta, y no se contempla que, en la realidad, tienes que tener en cuenta muchas más cosas que una simple relación de síntomas: está la genética, el apoyo social, el entorno… Yo he visto personas diagnosticadas con esquizofrenia llevando una vida normalizada, con estudios superiores, y personas con esquizofrenia con dificultades para llevar una vida autónoma. Es decir, un diagnóstico no explica todo lo que es una persona. Cuando se reduce el personaje a un diagnóstico se corre el peligro de fijar aún más los estereotipos y los mitos”, asegura Mercedes Bermejo, que también es directora de Psicólogos Pozuelo.
Es hora de hablar en primera persona
Un diagnóstico no resume a una persona, pero en ocasiones en la vida real, la humaniza. Cuando son personas reales, y aún mejor, personas a las que admiramos, las que confiesan que han sufrido depresión (como Sophie Turner), ansiedad (como el cantante Beret), adicciones (como Brad Pitt),… entonces es cuando podemos hablar de una visibilización positiva de los problemas de salud mental. Pablo Alborán, uno de los últimos famosos en hablar abiertamente sobre los ataques de ansiedad que ha sufrido a lo largo de su carrera, los describe como «tres días de horror». «Tener un cuadro de ansiedad es horrible, es como si estuvieras drogado. Se te paraliza el cuerpo, crees que te vas a morir y no tienes ni una sola herramienta racional a la que te puedas agarrar. Es de las peores cosas que me han pasado», asegura el cantante en una entrevista en El Mundo.
“Estos testimonios normalizan los trastornos y humanizan a esas personas que son referentes sociales. Nosotros, al verlos superar esas dificultades, reconocemos que la línea es muy fina, que este tipo de enfermedades le puede pasar a cualquiera y recibimos un mensaje de tratamiento y autocuidado muy importante”, asegura la experta.
Las estadísticas demuestran que la mayoría de nosotros vamos a padecer algún tipo de problema de salud mental a lo largo de nuestra vida, somos muy vulnerables a estas enfermedades y el testimonio de estas personas nos pueden servir de ejemplo. Parece algo sencillo y sin importancia, pero el hecho de que alguien como Chrissy Teigen sea capaz de confesar que sufrió depresión posparto, puede animar a mujeres que están pasando por lo mismo a pedir ayuda, “algo muy necesario porque las estadísticas nos dicen que hay muchos más casos de depresión posparto de los detectados, y las cifras son elevadísimas, sin hablar sobre como afectará en la vida del bebé”, explica Mercedes Bermejo.
Los famosos que hablan de sus problemas, que han pedido ayuda y tras seguir un tratamiento se han sabido cuidar, envían un mensaje de salud mental, de tratamiento y de autocuidado tan importante como necesario. En cuanto al cine y las series, mejor no olvidemos que estamos ante ficción… y disfrutemos de un capítulo más de ‘Atypical’.
Vía: Isabel Serrano /Woman.es
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