Fallece a los 98 años el diseñador que se inventó el pret-a-porter, apostó por la minifalda, la diversidad y una estética futurista que iba más allá de la ropa.
- Pierre Cardin ha fallecido a los 98 años y deja un legado que revolucionaría la moda para siempre. En 1959, Pierre Cardin decidió terminar con una de las grandes leyes no escritas de la industria: la idea de que la moda solo es moda si es Alta Costura y, por lo mismo, la creencia en que la verdadera moda debía ser minoritaria, elitista y profundamente exclusiva. Aunque llevaba varios años al frente de una marca homónima que priorizaba el hecho a medida, nunca le gustó el aura poco democrática que respiraba el negocio (de hecho, rechazó trabajar para Balenciaga).
- Adiós, Alta Costura. Hola, Prêt-à-porter Así que en el 59 se alió con los almacenes Pintemps para lanzar una colección producida en masa, más barata, funcional, accesible y, sobre todo, más realista y coherente con un mundo a punto de cambiar para siempre. Aquello le costó el despido de la sacrosanta Cámara Sindical de la Costura (el organismo que rige qué es y qué no es digno de llamarse moda en Francia) y las críticas de sus colegas de la profesión, que poco después tuvieron que tragarse sus palabras.
- Recientemente, Cardin recordaba cómo Pierre Bergé, mente pensante tras el genio de Yves Saint Laurent, le reprochaba que “su idea no dudaría mucho”. Poco después, Pierre e Yves, fundaban Rive Gauche, la línea de prêt-à-porter de la casa. Poco a poco los demás le siguieron. El resto es historia.
- Moda Unisex Mucho antes de que los diseñadores (entonces couturiers) se aventuraran a compaginar las líneas masculinas y femeninas, Pierre Cardin ya lo hacía. Desde sus inicios en los 50, el creador se consideraba sastre y modisto (cuando esta palabra aludía únicamente a la feminidad). Lo cierto es que su formación siempre estuvo vinculada a la sastrería, hasta que entró a trabajar en la maison Paquin y posteriormente en Dior. Una vez lanzada su línea de pêt à porter femenino en 1959, en 1960 decidió aventurarse con una línea masculina, despojando así a la moda de hombre de los rígidos códigos de la sastrería tradicional, y prediciendo, de algún modo, el estallido de esa estética de los sesenta marcada por el Swinging London. A medida que avanzaba la década, y Cardin se obsesionaba con los patrones geométricos que trascendían la silueta de las mujeres, el modisto fue poco a poco acercándose al unisex, con colecciones válidas para ambos géneros.
- ¡Viva la minifalda! En 1965 las faldas se acortaron hasta llegar a los 35 centímetros. Aquella revolución estética (y sobre todo, social) se le atribuye a la británica Mary Quant. Más de medio siglo después, no está clara de quién es la autoría; solo el hecho de que Quant fue la encargada de popularizarla. Muchos historiadores del traje creen que la ‘invención’ debe atribuirse a Andrè Courreges y algunos a Pierre Cardin. En cualquier caso, los tres diseñadores fueron clave en el hecho de que las mujeres pudieran, por fin, enseñar su anatomía si lo deseaban.
- Vestir a la Nouvelle Vague (y a su musa) En una de sus últimas entrevistas, concedida a Le Figaro, Cardin lamentaba no haber tenido un hijo con su musa y pareja, Jeanne Moureau. Lo que sí hizo fue vestirla, antes, incluso de que Yves Saint Laurent hiciera lo propio con Catherine Deneuve. De aquella unión surgió, en parte, la celebrada estética Nouvelle Vague. Cardin trabajó con Moureau en varias películas. Trabajar como figurinista no era nuevo para él. Mucho antes, ya había realizado el vestuario de ‘La bella y la bestia’ de Cocteau. En la imagen, juntos en una histórica sesión para Vde Bert Stern.
- DE 11Diversidad racial. La otra gran musa de Cardin fue Hiroko Matsumoto. Él la convirtió en la primera modelo japonesa en desfilar en París. En 1960, el diseñador viajó a Japón para inspirarse; obsesionado con la estética del país, decidió abrir allí una de sus tiendas. Lo hacía años antes de que Europa se obsesionara con el estilo nipón y esa estética transgresora que se popularizó, mucho después, con la colaboración de David Bowie y el modisto Kansai Yamamoto.
- El rey de las licencias. ¿Quién no ha visto cómo sus padres o abuelos compraban sábanas, toallas o camisas de Pierre Cardin? En los 70, él fue el primero en vender su nombre a terceros para fabricar cualquier objeto accesible y dotarlo así de aura. Nacía el muy lucrativo sistema de licencias, al que se sumaron casi todas las firmas populares y que durante los 70 y 80 disparó los beneficios de un negocio que todavía vivía de la minoría. Poco a poco aquella obsesión por vender cualquier cosa logotipada fue decayendo, y las marcas decidieron dar un paso atrás al ver cómo caía su prestigio. A excepción de la cosmética y las gafas de sol, pocas se atrevieron a seguir comercializando productos con su nombre, pero Cardin nunca se arrepintió. Las suyas siguen en marcha. Al fin y al cabo, sus beneficios lo convirtieron en el tercer hombre más rico de Francia. Y reafirmaron esa convicción que ya mostró al inventar el prêt à porter, de que lo minoritario puede ser atractivo, pero no realmente influyente.
- Abriendo caminos. Siempre receloso con el sector y sus competidores, Cardin cuidaba mucho a quién contrataba y de quién se rodeaba. Pero en seguida supo ver el potencial de un adolescente que le declaraba su admiración: Jean Paul Gaultier. Cuando aún estaba en el instituto, Cardin lo contrató como diseñador a media jornada. Gaultier, por su parte, siempre le ha considerado su mentor, y le ha dedicado varios desfiles. El último, en 2018, cuando se cumplía medio siglo del 68 francés. Puede parecer, a simple vista, que los estilos de ambos (depurado y geométrico uno; maximalista y manierista el otro) están en las antípodas, pero lo cierto es que ambos, a su manera, trabajan la moda desde su presente; rompiendo esquemas preconcebidos e inspirándose más en su entrono cercano que en arquetipos inaccesibles.
- Muebles de diseño. «Tuve mucha suerte, diseñé en la posguerra, en un mundo que estaba por rehacer», ha comentado Cardin en varias ocasiones. Su obsesión por el futuro le hizo obsesionarse por la carrera espacial, diseñar cascos protectores y patentar un tejido, Cardina, resistente a los cambios de temperatura. Pero también imaginar un mundo en el que la moda no era más que el apéndice de una estética global, en la que la funcionalidad y la tecnología marcaban la pauta. Por eso en los sesenta comenzó a diseñar muebles, concebidos como una extensión más de su trabajo como modisto.
- Y hasta el palacio más venerado de Instagram. Hoy, que moda e interiores son ya dos caras de la misma moneda, vuelve a reivindicarse le Palais Bullés, el palacio en Cannes que compró el diseñador en los noventa. Construído en forma de burbujas adyacentes, Cardin lo decoró con sus propias creaciones y la de varios artistas (Patrice Breteau, Jerome Tisserand, Daniel You, François Chauvi…) afines a su estética. El palacio ejemplifica a la perfección la obsesión de Cardin por un futuro eficiente, minimalista y tecnológico
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