La ocurrencia de una infidelidad dentro de una relación de pareja es equivalente a un sismo que sacude normalmente hasta los cimientos más sólidos del vínculo entre dos personas. A pesar de su elevada incidencia cada caso es diferente debido a los diversos factores psicológicos y circunstanciales que se ponen en juego para dar como resultado un amorío.
Por lo regular las personas suelen justificar una infidelidad argumentando monotonía o una disminución significativa del deseo sexual y la pasión. Sin embargo, tales explicaciones simplemente son un disfraz de razones emocionales más profundas. Es frecuente que, tras una cuidadosa autorreflexión (casi siempre hecha dentro de una psicoterapia), se terminen revelando deseos y necesidades no necesariamente relacionadas con el sexo, tales como: necesidad de reconocimiento, de autoestima, de autonomía, de poder, entre muchas otras.
De igual forma, ocultar una infidelidad por mucho tiempo es una tarea titánica por dos razones:
- Es prácticamente imposible esconder una infidelidad sin tener que mentir (o contar “verdades a medias”, según se vea). Mientras más duradera sea la relación extramarital, mayor será el número y grado de mentiras que una persona infiel necesite para no ser descubierta. Esto ocasiona un efecto de “bola de nieve” pues, cada vez se requieren de más y más invenciones. Además, la cuarta, quinta o décima mentira (y todas las que sigan) tendrán que ser congruentes con las primeras, de lo contrario la pareja empezará a sospechar. Una vez que la mentira se ha convertido en algo constante, se vuelve como una bola de nieve que corre cuesta abajo: cada vez se hace más grande y más difícil de parar.
- Al mentir, las áreas de la intimidad y de la confianza se van destruyendo poco a poco. La persona que permanece fiel se da cuenta de que existen temas de conversación cargados de nerviosismo. La persona infiel evita hablar de ciertos temas para no tener que inventar más mentiras (ya que, mientras más historias tenga que idear, más riesgo tiene de contradecirse). En consecuencia, ese comportamiento nervioso, evasivo y cargado de silencios incómodos, activa un “sexto sentido” en la pareja. Así, puede ser que el cónyuge no sepa con certeza que lo están engañando, pero lo que sí percibe es una “vibra” diferente, rara e incómoda, que muchas veces activa la alarma y lo hacen empezar a sospechar de todas las explicaciones que escucha.
Ahora, como puede verse, una vez iniciado este ciclo, el vínculo emocional se empieza a resquebrajar y va perdiendo fuerza. La comunicación se ve interrumpida e incluso distorsionada. Una manera de romper con este efecto es revelar la infidelidad para poder llevar un poco de luz a las zonas conflictivas de la relación e intentar estabilizarla de nuevo. No obstante, esto es más fácil decirlo, que hacerlo.
Crecer tras una infidelidad es posible, sin embargo pocas personas se preocupan por crear las condiciones adecuadas para que la revelación de un amorío sea realmente algo positivo y constructivo. De igual forma, revelar una infidelidad de manera abrupta, insensible y poco reflexiva sería tanto como lanzar esa “bola de nieve” (con toda la fuerza que ha acumulado) hacia la pareja, con la esperanza de que el daño sea mínimo.
Si de algo estoy convencido, es que no se puede revelar una infidelidad sin que haya dolor, enojo y resentimiento. He encontrado personas que prefieren seguir soportando la mentira de una relación aparentemente “feliz y comprometida”, a tener que confesar sus amoríos. Algunas de esas personas esperan el momento ideal para revelar sus deslices. Esto sólo sirve de justificación para postergar el enfrentar un conflicto. Informarle a la pareja que se le está engañando, es como tener que dar la noticia de que alguien muy querido está desahuciado o acaba de morir. No se puede esperar que haya alegría y risas. En cierta forma, una infidelidad representa la muerte (pérdida) de algo que se consideraba especial y exclusivo: el vínculo de pareja.
Por ello, he aquí tres condiciones que te ayudarán a entender con mayor claridad, cómo manejar el descubrimiento de una infidelidad, tanto si estás pensando en hacerlo, como si es algo que ya sucedió:
- Sinceridad: se refiere a dejar de usar finalmente las mentiras. La información que se dé tendrá que ser verídica. No se puede arreglar un problema que no se acepta y se reconoce tal cual es. No se puede curar un cáncer cuando creo que se trata de un resfriado. La sinceridad ayuda a dimensionar la gravedad del problema. Sin embargo, este punto es un aspecto sumamente delicado. Hay personas que anteponen la verdad a todo. Esta actitud suele ser peligrosa. La verdad es como un cuchillo: si se le usa correctamente resulta muy útil; si le da un mal uso puede ser mortal. Revelar una infidelidad es como usar un bisturí para una cirugía, si se me pasa la mano las consecuencias pueden ser fatales. No es suficiente querer hablar con la verdad, hay que tener claro cuál es el uso que se le va a dar y cuál es el objetivo que se quiere lograr. Decir algo como: “¡pues quiero que sepas que llevo años engañándote con otras personas!”, es casi seguro que no ayudará a reconstruir una relación dañada. Por otro lado, un aspecto de la sinceridad implica que la información sobre el amorío debe ser dada por la persona infiel. Algunas personas podrán preguntarse ¿qué ventajas tiene revelar uno mismo la infidelidad? El beneficio radica principalmente en que siempre existe el riesgo de que la pareja se entere de la verdad por otras personas. Cuando alguien que ha permanecido fiel descubre sobre el amorío por alguien que no es su pareja, la sensación de traición es todavía mayor y el trabajo por recuperar la confianza será mucho más complicado. Esto crea un ambiente de hostilidad e ira a punto de explotar, dentro de las cuales es muy difícil encontrar algo positivo sobre lo que pasó. Cuando es él/la infiel quien abre el tema, a pesar del enojo que surge, la pareja puede percibir que al menos se tiene la disposición para intentar arreglar el problema (lograrlo o no sería el siguiente paso). Eso nos lleva al siguiente punto.
- Motivación: para crecer tras un amorío, la persona infiel debe reflexionar muy detenidamente cuáles son sus razones para sincerarse. Ser uno mismo quién revele una infidelidad no será útil cuando lo que se busca es herir o lastimar a la pareja con la verdad, como una forma de venganza o por descargar sentimientos de culpa. Una adecuada motivación implica querer un verdadero mejoramiento de la relación en general. La mentira sirve sólo como una defensa contra aquello que nos disgusta de nuestra vida. Así, dicha motivación se despierta tras tomar conciencia de que la relación actual ya no resulta satisfactoria pero que, sin embargo, uno ya no desea fingir que todo está bien, por lo que busca una solución.
- Circunstancias: una vez reunidos los dos puntos anteriores el siguiente paso consiste en crear el momento más adecuado para tocar el tema, lo cual quiere decir trabajar proactivamente en la creación de un ambiente de respeto, confianza e intimidad. (Ojo: resalto y subrayo la palabra crear, ya que esperar que las cosas “se den solitas”, que surja “el momento ideal” o «que el tiempo lo arregle», es una muestra de excesiva ingenuidad y falta de madurez). Si la pareja se encuentra atravesando por situaciones difíciles (un duelo, crisis financiera, diagnóstico de enfermedad terminal, entre otros) lo más aconsejable es postergar la noticia hasta que las aguas se calmen. Descubrir una infidelidad en un período de tormenta, puede ofuscar el juicio y las emociones de ambos, ocasionando una respuesta visceral (impulsiva) que lo único que busca es terminar con la relación lo más pronto posible para evitar el dolor. Así, cada persona deberá hacer una meticulosa evaluación de la estabilidad, comprensión y grado de compromiso que aún existe, antes de aventurarse a intentar resolver el asunto.
Como puede verse, este último aspecto resulta casi utópico, pues uno puede preguntarse ¿realmente puede existir un ambiente de suficiente serenidad para confesar un amorío? Lamentablemente la mejor respuesta no está en mí, está en cada uno de los individuos que se enfrentan a esta crisis. Sin embargo, en mi experiencia profesional puedo decir que siempre se experimentará cierto grado de dolor (normalmente alto), aunque la cuestión más importante no está en querer evitarlo. El verdadero reto que encierra una infidelidad está en encontrar la fortaleza para encarar la situación, y de tratar de seguir creciendo juntos a pesar del derrumbe emocional. Se requiere valor de ambas partes para lidiar con la infidelidad, ya que el mensaje que suele transmitir es: nuestra relación no es tan buena como ambos creíamos.
Si tú estás leyendo esto debido a que te acabas de enterar que tu pareja te fue infiel, te invito a reflexionar sobre los tres puntos anteriores. Entender claramente cada uno de ellos te ayudará a tener un panorama más claro sobre qué rumbo darle a tu relación. ¿Qué tan alto fue el nivel de sinceridad de tu pareja al confesar su infidelidad? ¿Te enteraste por su boca o por medio de terceros? ¿Cuál es la motivación que existe en tu pareja para que finalmente haya decidido admitir que tiene/tuvo otra relación? ¿Hay otros problemas en tu relación, aparte de la infidelidad, que pueden estar haciendo más grande el coraje (enojo) que sientes, obstaculizando que logren resolver sus diferencias? De igual forma, si estás leyendo esto porque crees que es momento de confesar una infidelidad, reflexiona en estos tres aspectos y evalúa cada uno de ellos. ¿Por qué deseas revelar un amorío? ¿Qué esperas lograr? ¿Realmente lo que te mueve es el deseo de mejorar o reconstruir tu relación? ¿Te sientes con la suficiente fuerza para tratar de crear un ambiente propicio para hablar de tu infidelidad?
Por otro lado, como el lector se habrá dado cuenta, hablar de infidelidad es un asunto delicado, razón por la cual la sociedad sigue manteniendo una doble moral al respecto, condenándola públicamente, pero solapándola, evitándola y encubriéndola en la privacidad de sus vidas. Por tanto, manejar tantas condiciones para revelar una infidelidad es complicado, más aún cuando las emociones se arremolinan y uno se encuentra viviendo entre el amor y el odio.
Finalmente, cabe añadir que la ayuda psicoterapéutica es ampliamente recomendable cuando lo que se quiere es salir lo menos lastimado y lo más consciente posible de este problema. Un psicoterapeuta puede ayudar a evaluar el asunto con mejor objetividad, a descubrir las razones psicológicas detrás de las justificaciones sexuales, así como a aminorar el impacto emocional que, muchas veces, deja una huella difícil de borrar en el corazón de quién la padeció.
FUENTE: Psic. José Manuel Lomelí
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