La gratitud tiene más impacto en nuestras vidas del que pensamos. En este artículo veremos qué nos dice la psicología positiva sobre el hábito de estar agradecidos.
Psicología de la gratitud: Acción de gracias
Cada año, en diferentes fechas, Estados Unidos y Canadá celebran el día de Acción de Gracias, originalmente conocido como Thanksgiving. Los estadounidenses lo celebran el último jueves de noviembre, mientras que en suelo canadiense, es el segundo lunes de octubre.
Su origen tiene lugar en Plymouth, en el año de 1621, cuando un grupo de peregrinos compartió su cosecha de otoño con los indios wampanoag, como agradecimiento por haberles enseñado técnicas de cultivo y caza. Aquella celebración de armonía y agradecimiento entre peregrinos y nativos americanos tuvo una duración de tres días.
Varios años después, el presidente Abraham Lincoln proclamó aquel lejano acontecimiento como un día festivo a nivel nacional en 1863, a celebrarse el último jueves de noviembre. Sin embargo, fue hasta 1941 que el Congreso del país norteamericano lo estableció de manera oficial, bajo el mando del presidente Franklin Roosevelt.
Hasta nuestros días, dicha tradición consiste en reunirse como familia a la mesa y cenar un pavo asado u horneado, que es el plato principal; además, ensaladas, pan y pasteles sirven de acompañamiento. Esa noche, los hogares disfrutan de un momento especial en la que cada miembro comparte sus bendiciones y da gracias por ello.
Un nuevo significado para el hecho de estar agradecidos
De acuerdo a la visión ética y filosófica, la gratitud se define como una virtud moral que denota buen comportamiento (McCullogh, Kilpatrick, Emmons y Larson, 2001); ya que es una sensación de estima que nos lleva a corresponder el beneficio que se nos ha hecho o se nos ha querido hacer, según la Real Academia Española. Sin embargo, la gratitud produce en nosotros algo más que sólo querer corresponder a una buena acción.
La psicología positiva, que estudia científicamente todo aquello que brinda bienestar psicológico, inició una investigación sobre los efectos de la gratitud a finales de los años 90, a través de Robert Emmons de la Universidad de California y Michael McCullough de la Universidad de Miami.
Dicho estudio consistió en conformar tres grupos de personas, asignados al azar, con la indicación de llevar un diario semanal. El primer grupo tendría que escribir en su diario las cosas por las que estaba agradecido; el segundo, escribiría todo lo que les enfadaba; mientras que el tercer grupo se enfocaría en los eventos neutrales. Después de diez semanas, los resultados revelaron que las personas que escribieron sólo agradecimientos presentaron mejor salud que el resto de los participantes.
Northrup (2012), dice que cuando encontramos algo por lo cual estar agradecidos, por más pequeño que sea, y mantenemos ese sentimiento de gratitud por 15 a 20 segundos, nuestro cuerpo experimenta varios cambios fisiológicos sutiles y beneficiosos, por ejemplo: la disminución de los niveles de estrés y el fortalecimiento del sistema inmunológico; mejor flujo sanguíneo; el ritmo cardiaco se armoniza y la respiración se vuelve más profunda, por lo que aumenta la cantidad de oxígeno en los tejidos.
Desarrollar la gratitud requiere de voluntad y disciplina, como cualquier otra actividad, por lo que la práctica continua produce beneficios físicos y emocionales. De esa manera, las personas agradecidas podrían ver lo positivo incluso en los momentos de sufrimiento, valorando estos elementos para integrarlos en su existencia.
Así, la gratitud implica una visión equilibrada de los aspectos positivos y negativos de la experiencia.
Ante circunstancias de la vida, una respuesta de agradecimiento puede ser una estrategia psicológica adaptativa, es decir, una habilidad para adaptarse a tales circunstancias, así también puede ser un desarrollo importante para que la persona interprete positivamente sus experiencias cotidianas .
Cómo cultivar la gratitud
Puedes empezar dedicando unos minutos antes de dormir, para pensar en todo aquello que te pasó en el día por lo cual puedes agradecer, quizás por esa reunión con tus amigas, por tener ese abrigo que te protege del frío al salir de casa, por el mensaje que te puso de buen humor, por la familia, por tenerte a ti mismo que estás vivo y tienes salud.
Por todas esas experiencias y decisiones que te llevaron hasta este momento; porque aún de las malas experiencias se aprende, adquieres madurez, fortalecen tu carácter y te preparan para tomar mejores decisiones el día de mañana. Puedes realizar esta práctica con la frecuencia que lo desees, hasta que sea parte de ti identificar las bendiciones que te rodean.
Agradecer de manera auténtica y sincera abre las puertas a una mejor salud, además de fomentar la buena relación contigo mismo y con los demás. De manera que, más allá del segundo lunes de octubre o el último jueves de noviembre, haz que cada día sea de acción de gracias.
Fuente: www.psicologiaymente.com
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