La obesidad y el sobrepeso se tratan de una acumulación excesiva de grasa en el organismo y que, además, presenta una distribución anormal.
¿Por qué se presenta?
En pocos casos es producto de una enfermedad, pero lo más frecuente es que aparezca por un desequilibrio del balance entre «lo que como» y «lo que gasto».
La Organización Mundial de la Salud califica a la obesidad como la «epidemia del siglo XXI». En Argentina, 1 de cada 10 niños menores de 5 años es obeso. Hay varias etapas en la vida de los chicos que son críticas para el desarrollo de la obesidad, como pueden ser la gestación, la infancia, la niñez temprana, la edad entre los 5 y los 7 años y la adolescencia. La obesidad que comienza temprano en la vida tiene grandes posibilidades de persistir en la adultez.
Nos preguntamos si esta situación genera problemas de salud, si en el futuro aumentan los riesgos de padecer graves enfermedades.
¿Qué consecuencias trae?
Las consecuencias mas dramáticas son el aumento de riesgo de padecer enfermedades como: problemas en el corazón, diabetes, accidentes cerebro-vasculares o desgaste precoz de las articulaciones, sólo por nombrar algunas. Ademas de estos riesgos, también conlleva un serio problema emocional, de autoestima, de frustración, económico, de integración social, situaciones de disconformidad social, entre otros; los cuales no son frecuentemente vistos en otras enfermedades por las que se pone mucho mas empeño y atención.
Nos preocupamos cuando ya se convirtió en problema, cuando nos molesta estéticamente, en el verano, o cuando nos atrapa el modelo publicitario del cuerpo perfecto.
Dos preguntas cruciales
¿Nos ocupamos? ¿Es una enfermedad previsible?
Son preguntas que tal vez tengan una respuesta fácil pero nos cuesta mucho asumir.
La obesidad es un problema muy importante como para ser abordado por un solo agente social, debe involucrarse a la familia, la escuela, las autoridades sanitarias y los profesionales de la salud, buscando las mejores soluciones que se puedan adaptar a cada individuo.
Lo más importante es que primero debemos reconocerlo, segundo aceptarlo y tercero tratar de solucionarlo antes de que queden establecidos los inconvenientes, ya que, de ser así, el camino se vuelve más difícil, aunque no imposible. No existen recetas mágicas, pero sí sugerencias que pueden ser llevadas a la práctica cotidiana: mejorar hábitos, reducir porciones, controlar la calidad de los alimentos y, sobre todo, incorporar actividad física diaria y divertida que genere gasto energético.
El acto de comer forma parte de nuestra responsabilidad para conservar o mejorar nuestra salud. A estos fines es muy bueno recordar la frase: «somos lo que comemos»
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