Patricia y Fernando llevan tres años sin comprar ningún producto cuyo envase sea de plástico: “Ni botellas de agua, bolsas, envases de muchas frutas y verduras, que se pueden encontrar sueltas; tampoco botes de gel y champú, que los compramos en formato sólido; ni desodorante, que lo hacemos casero, ni algunos productos de limpieza, pues con vinagre, jabón, bicarbonato y limón se puede limpiar casi todo”. Esta pareja, que cuenta su día a día a través del blog Vivir sin plástico, representa un estilo de vida sostenible que gana adeptos y modifica los hogares.
«Es minimalismo residual», aseguran Patricia y Fernando. Empezaron en agosto de 2015 con este estilo de vida y promulgan su caso como ejercicio de éxito: «Las primeras semanas fueron complicadas y al mismo tiempo estimulantes, estábamos tan adormecidos por la rutina de años comprando de la misma forma que continuábamos haciendo lo mismo esperando resultados distintos”, reconocen. Pero “tras cinco o seis semanas todo se volvió mucho más fácil, fue cuestión de crear una nueva rutina de compra”.

La gurú internacional de esta corriente es Bea Johnson, autora del libro Residuo cero en casa. Desde la empresa Zero Waste Home guía al usuario recordando las cinco R: “Rechaza, reduce, reutiliza, recicla y reincorpora – se refiere a la basura orgánica que puede servir para hacer compost– , y hazlo en ese orden”, aconseja. Su web aloja, además, una pequeña tienda donde encontrar muchos productos que ayudan a abrir los ojos en cuanto al consumo que hacemos en el hogar. Desde cepillos de limpieza en madera y fibras naturales hasta cestas de almacenaje en acero inoxidable.
Otro ejemplo es el de la colombiana Mariana Matija, quien también ha hecho de la ecología doméstica su bandera. Ella apuesta por disminuir su huella ambiental “y eso pasa necesariamente por reducir mi basura, pero el concepto del zero waste es problemático para el ciudadano de a pie”, apunta. Le parece importante que genere interés pero “también creo que es esencial llamar a las cosas por su nombre y entender que como ciudadanos comunes es imposible tener una vida sin residuos”.

Todos coinciden en que lo más fácil de evitar son “los envases de vegetales, granos y otros alimentos frescos. Usualmente se venden ya empaquetados en los supermercados, pero es cuestión de ir a otros lugares para conseguirlos a granel”, recomienda Mariana. Lo mejor es hacerse con frascos de cristal de distintos tamaños para guardar la pasta, las legumbres, los cereales y las harinas.
En cuanto a objetos de decoración, cada vez son más las firmas que se rigen por un criterio de no residuo. Es el caso de Coco-Mat, que crea productos innovadores como una bicicleta de madera o almohadas de copos de caucho natural; la cestería de Kazi, que se teje a mano en Ruanda y está hecha con sisal, un material similar al bambú y que abunda en la zona; o el mobiliario infantil de XO-inmyroom, de producción local y artesanal.

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