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Cómo hacer el balance de fin de año

Si bien diciembre es un mes un donde predomina un clima festivo, también puede hacerse un poco tedioso, pues en él confluyen muchos asuntos: el cansancio acumulado durante al año, el cierre o finalización de muchas actividades y proyectos, la planificación de las vacaciones, las reuniones, la aproximación de las fiestas. Por otro lado las familias se juntan, y es «un clásico» que los conflictos internos dentro de las diferentes tribus se pongan en relieve.

Tenemos que pensar también que los que han partido hacia el «más allá», por estas épocas, brillan por su ausencia y muchos duelos resurgen; y los que han cortado relaciones… más los primeros calores que ponen fastidiosa a la gente, los cortes de luz… ¿es mucho verdad? Por una u otra causa, muchos se ponen incómodos con la realidad que los rodea y con lo que han construido durante ese año que ya se está yendo. Por supuesto que todo esto no es un problema para mucha gente que realmente disfruta de estas épocas. Pero quiero detenerme un poco en la otra parte.

Los balances

En medio de todo eso, naturalmente, y como en cada fin de ciclo, (la vida es ciclos) todos hacemos algún balance de esa porción de tiempo que concluye.

La vez pasada, un consultante me contaba que el año se le había pasado «sin pena ni gloria». Efectivamente, había vivido bastante mal, con muchas limitaciones autoimpuestas por sus síntomas, por su neurosis, por su enfermedad con el trabajo; y por su eterno problema de postergar las cosas que le gustaban hacer. La vida le había «pasado» un poco por arriba, realmente.

Gracias a una gran crisis, viene a la consulta, casualmente en diciembre -que es el mes en donde hay más fluyo de pacientes- habiendo tocado un fondo muy grande, y dispuesto a dar un giro en su vida. Pero cada tanto lo tomaba una profunda melancolía sobre el tiempo que había perdido, «el tiempo es tirano», decía.

El tiempo pasa

Y sí, el tiempo pasa, y a fin de año frente a un balance personal, eso se nota. Muchos miran hacia atrás, y sienten que «no pasó nada», o que «no hice nada de lo que en marzo me había propuesto hacer», «no me animé a dar el paso que quería dar», etc. Las frases pueden ser muchas. El que quería retomar o empezar sus estudios -de lo que fuere- no lo hizo, o sí, pero abandonó.

El que deseaba resolver una situación en el territorio del amor… sigue igual de varado que en marzo, el que quería cambiar de trabajo; el que en marzo arrancó de vuelta con su amado deporte de la infancia y…abandonó a la tercera clase. «¡Por dios, sigo en el mismo lugar»; «se me fue al año y no hice nada! ¡Pero en marzo arranco, licenciado, eh!»…la promesa de siempre.

Entonces, esa persona, ¿Pudo sostener aquello que en principio se propuso? ¿Logró mantener sus pasiones o intereses? ¿Consiguió evolucionar en algo como persona? Y, ¿en el amor? Y, ¿en el mundo del trabajo? Es decir: ese fragmento de historia que queda detrás, puede mostrar muchas cosas negativas; pero la idea es no atormentarse. En general uno como psicólogo propone revisar el resultado de ese balance para detectar cuáles fueron los elementos, situaciones o conductas que atentaron contra la realización de esos deseos y proyectos, para aprender de ello y no repetir el año próximo.

(iStock)
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El enemigo interno

El ser humano tiene dentro de sí un enemigo interno que lo empuja a vivir anestesiado, limitado, achatado en sus intereses y pasiones. Ese enemigo que convive con él, lo limita en el amor, la sus capacidades, en el disfrute general de la vida; introduce un cepo en el arte de gozar de la sexualidad, de los hijos…del trabajo: ser conscientes de esa tendencia interna negativa, es simplemente no dar ventaja y estar alertas, y tratar de vivir lo más acorde a las verdaderas potencialidades.

A las personas les cuesta sostener actividades y ocupaciones positivas, buenas para sí: pero puede mantener cosas en su contra o sostener situaciones negativas para su vida por años, y con una gran constancia y dedicación ¿Qué paradoja verdad? Por eso cuesta tanto la concreción de los deseos y sostener las pasiones: hay fuerzas internas que sacan de la cancha, que empujan a vivir mal.

Lo que hay que evaluar

De todos modos, lo central de esos balances, está en revisar si se ha evolucionado en el territorio de ser mejores personas. Es fundamental que la persona que se sienta a hacer una evaluación de su año, se pregunte, por ejemplo, sobre el trato que tiene hacia los demás. También es bueno que, vía introspección, piense si ha tomado algún señalamiento de sus seres queridos con respecto a algún rasgo de su personalidad.

¿Qué aprendizaje se ha hecho, en qué se pudo mejorar en relación a los otros? Es en el amor de pareja, con los amigos; en el vínculo con los hijos donde se crece, y siempre se puede mejorar allí, ser sanamente críticos, para evolucionar en la calidad de trato y del tono afectivo con el que nos dirigimos hacia los demás. En los balances, todo esto que decimos, no puede faltar.

En el tema de las pasiones lo central es entender que sin ellas la vida se va vaciando de sentido: puede ser escribir, correr, nadar, hacer teatro, cocina, carpintería…lo que sea, pero que implique un «hacer». Hay actividades en donde se actúa como espectador. El asunto es sostener goces en donde ustedes sean protagonistas: las verdaderas transformaciones parten de allí.

(iStock)
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Nunca es tarde

Por eso, luego de ese balance, y después de hacer conscientes ciertas tendencias inconscientes que tienden a gobernar la compleja vida anímica de nuestra especie, hay que ponerse a trabajar para que el próximo año sea mejor; trabajar para sostener la calidad de lo afectivo y aprender a enfrentar las lógicas angustias de la vida y los miedos con más dignidad, sin que nos paralicen tanto la vida. De eso se trata: ese es un buen camino para cada nuevo año que comienza.

Para el próximo año, deseos, pasiones y buen trato, sostener todo eso a capa y espada, si no, la vida, se va transformando en un «durar en la monotonía»… y eso, es naufragar. Que se pongan las velas, que se alcen para dar un nuevo rumbo al barco, hay que animarse a navegar en esta aventura que es la vida, pero para eso hay que aprender de las experiencias transitadas: los balances están para eso, para ver que tal está nuestro patrimonio emocional y nuestras pasiones.

Fuente: Gervasio Díaz Castelli www. infobae.com

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