Viajes y turismo

Amsterdam: mucho más que coffee shops y el barrio rojo

En la capital de los Países Bajos conviven mundos muy diferentes, y la gracia está en descubrirlos poco a poco. Con esta guía de viaje, susceptible de ser modificada, versionada y ampliada a gusto del consumidor, te proponemos una suerte de ruta para pasear, comer y amar Amsterdam de norte a sur y de este a oeste. La idea es que acabes sumándote al lema de la ciudad: I am Amsterdam (Yo soy Amsterdam).
[mks_icon icon=»fa-heart» color=»#dd3333″ type=»fa»] Toda primera incursión debería ir acompañada de una voz experta, para luego dar rienda suelta al mayor placer de los placeres: callejear. Si es tu primera vez, te recomendamos recurrir a uno de sus muchos Free Tour. Es una forma buena, bonita y barata de desentrañar el misterio de una ciudad de la que todo el mundo habla, opina, sentencia y pontifica. Salen de la plaza DAM, el origen de todo y corazón palpitante de Amsterdam, y duran alrededor de tres horas, en un intento de cubrir los lugares más emblemáticos: el obelisco construido en homenaje a los caídos de la Segunda Guerra Mundial; el barrio judío, donde se encuentra la Casa Rembrandt; las iglesias Oude Kerk y Nieuwe Kerk; el patio secreto de las monjas Beguinas… Y un etcéeeetera para un bautizo bastante completo. Para los que hayan estado, también es interesante optar por otros tours focalizados, tales como el del Barrio Rojo o los canales.
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Cuando se está de vacaciones se desayuna y se redesayuna. Eso es así. Primero, porque la premisa es disfrutar por encima de todas las cosas y, segundo, porque es justo y necesario cuando el día se plantea en posición vertical y caminando. Pasear, perderse, rectificar, volver a perderse… da hambre a cualquiera. Sweetella ofrece los mejores wafles y crepes de la ciudad; situado en la calle Warmoesstraat 53, es LA PARADA para repostar cafeína y azúcar en vena a primera hora del día. A media mañana, la bombonería  Ganache Chocolate (Oudekerksplein, 17) se presenta como la alternativa perfecta para quienes quieren ir comiendo un snack mientras continúan con su itinerario.

 

[mks_icon icon=»fa-heart» color=»#dd3333″ type=»fa»] A vista de pájaro. Porque te dan una idea global de la ciudad, porque se traducen en fotos maravillosas para el recuerdo y porque te sientes un poquito más cerca  del cielo, los miradores (secretos y desperdigados) son siempre una buena idea. En Oude Kerk (Iglesia Vieja), el edificio más antiguo de la metrópoli, puedes hacer algo más que admirar la fachada, entretenerte en Ganache Chocolate (sí, está justo al lado) y ver la capilla. Si estás dispuesto a subir, y subir, y subir escalones minúsculos y maltratados por el tiempo, la torre ofrece unas vistas 360º que bien merecen el esfuerzo.

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Llueva, truene o haga sol. Dejarse caer por el Mercado de las Flores y comprar queso en Cheese & More by Henri Willig. ¿Hay un plan mejor que adquirir semillas de tulipanes con vistas a plantarlas en tu terraza, comer queso de bola –la especialidad holandesa– y comprar láminas antiguas? Probablemente no.

 

[mks_icon icon=»fa-heart» color=»#dd3333″ type=»fa»] Cuando las tripas empiezan a rugir y los pies piden un momento de descanso, las ensaladas de la cadena holandesa SLA y las meriendas de STACH harían babear a Homero Simpson por partida doble. Ambos espacios son de esos que nos gusta tildar de cool. Con una decoración sumamente cuidada, de inclinación nórdica, pertenecen a esa categoría de «restaurantes instagrameables».

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[mks_icon icon=»fa-heart» color=»#dd3333″ type=»fa»] Todo ocurre en Museumplein. Quédate con esta indicación porque, si te gusta el arte, la vas a necesitar. Es la “isla de los museos”, donde se agrupan los más famosos de la ciudad; desde la pinacoteca de Vincent van Gogh, que acoge la mayor colección de obras del neerlandés, al  Rijksmuseum o Museo Nacional de Amsterdam, un viaje a través de la historia (artística) de los Países Bajos. Mejor si las visitas se racionan y acaban con un picnic/reposo en el césped donde se erigen las letras «I am Amsterdam».

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Amsterdam es un conjunto de tres islas conectadas entre sí y, aunque muchos lo desconocen, el norte tiene dos grandes atractivos. Si a) eres cinéfilo/a confeso/a o b) te gustan las sensaciones fuertes, este es tu sitio. Al lado de la Estación Central puedes coger un ferry gratuito que te llevará al extremo opuesto en un santiamén, donde esperan The Eye y A’DAM Lookout . Un museo especializado en cine y un mirador de 80 metros de altura con columpios suspendidos en el aire, respectivamente.

 

[mks_icon icon=»fa-heart» color=»#dd3333″ type=»fa»] Tomar  un coche y explorar los alrededores suena demasiado bien, sobre todo si has exprimido tu tiempo en la capital. La llamada ruta de los pueblos –Marken, Voledam, Edam y Zaanse Schans– se hace sin problemas en un día, un pintoresco recorrido por las entrañas de Holanda que parece directamente sacado del cuento de Hansel y Gretel. Algo más de tiempo con las piernas en el salpicadero y la mirada perdida en el paisaje es lo que exige la combinación de Rotterdam, La Haya y Utrech.

Delft merece un párrafo aparte. Vale que es famosa por su Real Fábrica de Cerámica y por sus rincones, pero lo que remata el flechazo es la cafetería Kek, ubicada al lado de la Iglesia San Hipólito. «No podemos resolver tus problemas, pero prometemos hacerte sentir mejor», reza una carta vegana que incluye chocolate caliente con malvaviscos, tartas caseras y cafés espumosos.

Siempre conviene acabar con un cajón de sastre que recoja todas esos planes que nadie enumera pero vas encontrando, memorizando y repitiendo: los conciertos gratuitos en Vondelpark,  el mercadillo de Cuypmarket, las galerías de arte de Spiegelstraat Nieuwe, la arquitectura de la biblioteca Openbare Bibliotheek, las funciones en el teatro art decó Tuschinski o las tiendas vintage del barrio Pijp. 

 

*Fuente: www.vogue.es (nota de Ana Poyo)

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